
Aunque parezca estar con una eterna pinta de tener malas pulgas, Robert de Niro está disfrutando como un enano de su estancia en Cannes. O eso ha comentado la tarde de este miércoles en la tradicional rueda de prensa que el jurado ofrece antes de que las películas que pelean por llevarse el gato al agua comiencen a exhibirse.
"Es como estar de vacaciones", ha admitido de Niro, que asegura que mientras está en el festival se puede permitir el lujo de olvidarse "del resto de obligaciones de mi vida cotidiana". Por delante, solo tiene la ardua tarea de ver un puñado de cintas que optan a alzarse con la palma de oro y tratar de mantener un juego de equilibrios con los otros miembros del jurado, entre los que destacan también Jude Law y Uma Thurman en un jurado más norteamericano que nunca.
Pero el presidente ya ha dejado claro que no tiene ningún juicio hecho de antemano. "No sé qué estoy buscando. Simplemente voy a sentarme a ver películas y decidiremos un ganador. En este momento todo está por decidir", ha afirmado.
Topicazo al canto, cierto, pero que por lo menos se aleja de las pretensiones de otros presidentes de jurados anteriores que en la primera proclama pública ya dejan claro por donde van a ir los tiros del palmarés.
Un habitual de Cannes
De Niro es un habitual de Cannes y ha contribuido con su trabajo a que dos de las cintas con las que vino al festival se llevaran la codiciada palma. Primero fue en 1976 con Taxi driver y más tarde, exactamente una década, en 1986, repitió paseo triunfal con La misión. Veinticinco años más tarde cierra el círculo para ser él el encargado de nombrar al sucesor de Apitchatpong Weerasetakhul.
Pero no solo de Cannes vive De Niro. El actor fue una pieza clave, junto al productor Jane Rosenthal, para levantar el festival de cine de Tribeca, que lleva el nombre del barrio neoyorquino en el que se celebra. Pensado como un estímulo para una ciudad abatida después de los atentados del 11-S, Tribeca se ha convertido poco a poco en una de las citas a tener en cuenta en el calendario festivalero norteamericano Pero ahora toca centrarse en la buena vida: ver cine y pasear por la Crosiette mientras la brisa acompañe.
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