Excesivo, recargado, cómico: así es el Thor de Kenneth Branagh, que se entregó al riesgo en este salto a Marvel, Hollywood y el 3-D. De paso por Madrid, el cineasta reflexionó sobre esta visita a ámbitos donde no se le esperaba.

Es su primera película de ciencia ficción. ¿Es muy distinto a adaptar a Shakespeare?

No te creas... Además de acción y fantasía, Thor gira sobre temas shakesperianos: las exigencias de ser rey, el poder, la rivalidad fraterna...

¿Por qué usted, precisamente?

Me eligieron porque mi visión sería, en su opinión, "muy intrigante". Me senté tres meses con Marvel a negociar para ver si teníamos ideas parecidas. Me daba un poco de miedo, pero la relación fue muy positiva.

Tras hacer tanto teatro y películas pequeñas, ¿se sentía a gusto en una producción de más de 100 millones de euros?

No lo ves como algo muy caro sino como una película más. No me preocupé por los juguetes de Thor sino por la historia de un dios que, de pronto, se convierte en humano y en cómo llegar a un público popular.

Y eso se consigue...

Lo primero, despreocupándote de la tecnología. Después, tenía un secreto: pasear todos los días una hora en solitario. Relajarme, mantener cierta distancia y no sentir que llevaba las riendas de un monstruo.

¿Es Thor una película personal?

Sí, todas mis películas lo son: a mi edad, dedicarle tres años a un proyecto exige un compromiso enorme e intentar ser feliz. Y lo he sido. De lo contrario, no habría sido capaz: el secreto fue lograr ser feliz en el plano personal.

Thor fue creado por Stan Lee, una leyenda del cómic. ¿Cómo es personalmente?

Su visión es muy amplia. Disfruta como un adolescente, es energía en estado puro. Lo mejor fue cuando nos acompañó al Comic-Con de San Diego: ¡la gente se volvía loca, era como el mismísimo Jesucristo!

¿Es complicado dirigir, a la vez, a un veterano como Anthony Hopkins y a jóvenes como Chris Hemsworth?

El método es ensayar, ensayar y ensayar. Lo hago siempre. Me llamó la atención que, al principio del rodaje, Chris y otros jóvenes se sentían muy intimidados por Hopkins, e intenté aprovechar esa relación para sus propios personajes.

Por cierto, hace tiempo que no le vemos a usted como actor...

Rodé una película como actor en otoño, y me encanta. Y, en Thor, me di cuenta de que contemplar a Hopkins es un estímulo para volver a actuar, pero también trabajar con jóvenes del talento de Hemsworth o Natalie Portman, con mucho que enseñarme.

Tampoco ha firmado un guión desde 1995, cuando dirigió En lo más crudo del crudo invierno.

Me gustaría volver a escribir, pero no he tenido demasiado tiempo. Disfruté mucho con esa película, porque se adentraba en un tema que me fascina: la interpretación. Pero también las historias ajenas pueden sentirse como propias: por ejemplo, siempre me he sentido un poco como Thor. Es un personaje que está entre dos mundos, y así ha sido mi carrera: entre el teatro y el cine, entre Hollywood y sus películas en 3D y cintas más intimistas...

¿Qué será lo próximo?

Una película sobre la relación entre Laurence Olivier y Marilyn Monroe durante el rodaje de El príncipe y la corista.

Y de volver a hacer clásicos... ¿Se atrevería con El Quijote?

¡Me encantaría! ¿Pero crees que hace falta una versión actualizada? Si tuviera que elegir, me quedaría con la maravillosa La vida es sueño. ¡Me encantan los soñadores!

Con Thor en los cines, ha llegado a las tiendas de cómic un catálogo de tomos imprescindibles de este peculiar héroe de Marvel, dios del trueno en la mitología nórdica (el único que, en vez de adquirir poderes, los pierde): su origen (El poderoso Thor. Relatos de Asgard, de Stan Lee y Jack Kirby); su renacimiento (Ultimate Thor, por el español Carlos Pacheco); sus peripecias adolescentes (Thor: jóvenes guerreros); sus aventuras actuales (Thor, por Asgard), el origen de su rival (Loki. Dios de las mentiras)...

Nació en Belfast, Irlanda del Norte, en 1960. Empezó a actuar en la escuela con 8 años. Saltó a la fama gracias a sus versiones teatrales de Shakespeare y debutó como director de cine adaptando Enrique V (1989). Ha optado cuatro veces al Oscar (como actor y director por Enrique V, por el corto El canto del cisne y por el guión adaptado de Hamlet), pero nunca ha ganado el premio. Estuvo casado entre 1989 y 1995 con la actriz Emma Thompson y lleva siete años de matrimonio con la directora de arte Lindsay Brunnock.