Boadella cree que los bajos precios complican la situación del teatro y lamenta la "competencia desleal" con lo privado

Dice que "una semana o 15 días" de dictadura al año permitirían "valorar y entender" y que el humor es "la prueba del 9 de la civilización"
Albert Boadella y Enrique Cornejo durante la presentación de '2036 OMENA-G'
Albert Boadella y Enrique Cornejo durante la presentación de '2036 OMENA-G'
EUROPA PRESS
Albert Boadella y Enrique Cornejo durante la presentación de '2036 OMENA-G'

El actor y director de Els Joglars, Albert Boadella, ha vinculado este miércoles los bajos precios del teatro impuestos por las administraciones públicas a la situación "muy complicada" por la que atraviesa el circuito teatral español y, además, ha lamentado la competencia "desleal" que esto ha supuesto para el sector teatral privado.

Boadella, que ha presentado hoy el montaje '2036 Omena-G' que Els Joglars acercará al teatro Zorrilla de Valladolid desde mañana y hasta el domingo, ha culpado a los ayuntamientos de parar las contrataciones "de la forma más absurda e irresponsable" así como de haber acostumbrado al público a "no valorar" el teatro mediante la imposición de precios bajos.

Este hecho, recalcó, ha servido para que los espectadores hayan creído que con el precio que pagaban por la entrada sufragaban verdaderamente los gastos del montaje, lo que no es cierto, y ha dejado el circuito teatral español "en una situación muy complicada".

A esta realidad sumó Boadella la competencia "desleal" que, a su juicio, ha ejercido el sector teatral público sobre el privado con medidas como el mantenimiento de montajes durante meses en los escenarios. "Esa línea entre lo público y lo privado es muy compleja y en España se ha llevado muy mal", aseveró antes añadir que las decisiones han ido siempre en perjuicio del sector privado.

Frente a ello, el también director de los teatros del Canal de la Comunidad de Madrid ha abogado por limitar, como ha reconocido hacer, la permanencia de los montajes a un máximo de tres semanas y a programar espectáculos siempre de "calidad" —"la única defensa es la calidad"— pero "sin grandes firmas" que pueden tener menos posibilidades en espacios privados.

Este extremo fue compartido por el empresario teatral y gerente del teatro Zorrilla de Valladolid, Enrique Cornejo, quien aseguró que se ha aceptado una "falsa política teatral" a base de "regalar" el teatro al ciudadano.

"extraña obsesión" por la libertad y lo bien hecho

La presentación de '2036 Omena-G', montaje-homenaje al medio siglo de trayectoria de Els Joglars —"hacemos un antihomenaje para no hacer un autohomenaje"—, ha servido de pretexto para recordar los 50 años de una compañía que, pese a las "contrapartidas", ha defendido siempre el "buen oficio", la filosofía del trabajo "bien hecho", y el ejercicio de la libertad de expresión, que siempre hay que defender "con uñas y dientes".

Pese a las dificultades que esta libertad encontraba durante la Dictadura y que, lejos de desaparecer con la democracia, experimentaron una continuidad debido al "cambio de poderes", Els Joglars ha recorrido un camino en el que los enfrentamientos llegaron, en primer término, con su "propia tribu", la de Cataluña, que fue el "más desagradable y complicado", y después con parte de su público, el "progre", que le ha tachado de "facha y reaccionario".

Aunque reírse de los espectadores "es un buen ejercicio para el público", Boadella reconoció que los "cabreos" llegados desde este sector son la "contrapartida" de la práctica de una libertad que, en '2036 Omena-G', les hace mirar al futuro y criticar tanto la situación actual de la ancianidad como la propia compañía —"para practicar el sentido del humor hay que reírse de uno mismo"—.

Para ello, los actores se conciben a sí mismos dentro de 25 años —cuando la compañía tenga 75— en un ejercicio futurista "bastante duro" en algunos casos y que les sirve de nuevo como vehículo para abordar el tema de la ancianidad, un mundo que en la actualidad "no tiene nada que ver con el pasado" e incluso "patético" en lo que tiene que ver con el deseo de los mayores de parecerse a los jóvenes.

El montaje sitúa a los intérpretes en campos de refugiados, solución a la desaparición de las pensiones, en un entorno "nada halagüeño" —"si el futuro es como lo presentamos es un asco"— en el que el castellano desaparece para dejar su espacio a los lenguajes tecnológicos para, de este modo, ofrecer una mirada crítica sobre aspectos 'colaterales' como el desmembración de las familias. "Alguien tenía que decirlo", confesó.

Así, a la visión crítica sobre la sociedad actual que, para Boadella, la compañía debe ofrecer, se suma el sentido del humor, seña de identidad y referente de Els Joglars durante sus 50 años de trayectoria y "prueba del nueve de la civilización" ya que, en su opinión, ese rasgo innato y nacido en las féminas es un "antídoto muy importante" contra el fanatismo por sus efectos sobre el concepto que las personas tienen de sí mismas.

Además del humor, presente en todos sus montajes, su convicción se ha asentado en los últimos 50 años en el papel del arte para traspasar la epidermis hasta llegar "a la realidad más profunda". "Esa es la fuerza del arte en general", reconoció antes de bromear sobre el hecho de que, por esa razón, el teatro debería de ser adscrito al Ministerio de Sanidad y no al de Cultura —"el teatro es un acto sanitario importantísimo"—.

El director de Els Joglars, esa "empresa familiar" convertida casi en "institución" pero sin subvenciones públicas, lo que hace "tremendamente complicada" su subsistencia, no tiene de momento demasiadas ideas sobre el futuro de la compañía —"mis neuronas empiezan a bajar"— pero sí sobre la necesidad de valorar y entender.

"Una semana o quince días de dictadura al año estarían bien para valorar y entender ciertas cosas", aseveró.

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