Los últimos tiempos han sido duros para Fher, cantante de Maná. En cuestión de un mes y medio fallecieron su madre y su hermana. Decidió refugiarse en la música. El dolor –también la esperanza– es uno de los pilares del nuevo disco de la banda más célebre de México. Sus cuatro miembros estuvieron el martes en la Casa de América de Madrid.

Al mal tiempo, canciones...

Sí. Surgieron problemas en el proceso de composición, pero había que seguir adelante: la música es curativa. Teníamos ganas de grabar este disco, pero lo hemos querido hacer con mucha tranquilidad.

¿Merece la pena tanta calma con los pocos discos que se venden hoy día?

Siempre merece la pena. Es verdad que con Amar es combatir vendimos mucho más en digital que en CD. No es un mundo con el que estemos peleados, pero es un poco... frío. No nos gusta que se destrocen nuestros discos. Descargar canciones es como arrancar hojas de un libro. Tendría que ser como antes, que ibas a una tienda, escuchabas el disco y te lo comprabas entero. Además, hay una generación entera que ha perdido capacidad auditiva por culpa de la mala calidad de los mp3.

Maná siempre se ha caracterizado por incluir a menudo temas sociales en sus letras, aunque sin llegar a entrar en temas demasiado polémicos...

Maná lo ha hecho bien en ese aspecto. Puedes denunciar cosas que te preocupan, pero en nuestro caso ha sido más informativo, no político. La política es muy social. Nosotros no podemos arreglar los problemas de nuestro país ni de cualquier otro lugar del mundo.

Cuando se está en la cumbre, también hay duras críticas. ¿Afectan?

Es normal. No se puede gustar a todo el mundo. Pero una cosa es criticar y otra ir con mala leche. Si nos hubiéramos preocupado de lo que dicen de nosotros en México, probablemente no habríamos salido ni de Guadalajara (risas). En cualquier caso, son una minoría frente a los millones de fans.

Una de esas críticas es que los discos de Maná siempre suenan igual...

Maná siempre va a sonar a Maná. Pero es mentira que todos nuestros discos suenan igual. No tiene nada que ver Clavado en un bar con Te lloré todo un río o ahora con Lluvia del corazón. Además, fíjate en una banda como AC/DC: todos sus discos suenan igual, y ni a ellos ni a los fans les importa. No es el caso de Maná: cada disco es distinto.

¿Cuáles son las asignaturas pendientes de Maná?

Hay muchas. Hay mercados donde nunca hemos ido a tocar, como Inglaterra, Canadá, Asia...

¿Es difícil que triunfe determinada música de raíz latina en el mercado anglosajón?

Sí, lo es. Pero estamos cómodos con este papel. No llegamos a ser tan pretenciosos como parece. No tenemos esa necesidad de expandirnos. Nos gusta más llevar la bandera de música latinoamericana que tratar de globalizar nuestra música y hacer más ceros.

Son ya muchos años juntos. Echando la vista atrás, ¿con qué se quedan de su trayectoria?

Cada disco marca una etapa en tu vida. Pasa como con los hijos: los quieres a todos por igual. Es verdad que echamos la vista atrás en el tiempo y vemos fases en las que estábamos buscando nuestra propia identidad. Pero siempre hemos sido una banda honesta.

¿Cuál es el secreto para mantener intacta la formación de la banda?

Hay mucho respeto y cariño entre nosotros. Pero lo que realmente nos mantiene juntos son las ganas de seguir haciendo música.

Se formaron en la ciudad de Guadalajara (México) en 1978. Han vendido más de 22 millones de discos en todo el mundo. Drama y Luz es el octavo de su carrera.