Se me quedan cortas las palabras para explicar lo maravillosa que me parece la primera parte de la campaña de Rita Maestre a la alcaldía de Madrid. Ha sido la primera en sacar cartelería, ¡y qué cartelería! Su lema me tiene aplaudiendo hasta con las orejas. 'Lo va a hacer Rita' se puede leer sobre una foto en primer plano de la candidata de Más Madrid.
Convertir en positivo ese dicho popular… 'Qué lo haga Rita' es cuanto menos ingenioso. Por cierto, que la expresión viene de principios del siglo XX, cuando al parecer a una folclórica le acusaban de amar tanto su trabajo que actuaba sin cobrar. Fuera de las referencias económicas, el dar la vuelta a una frase tan madrileña como esa me parece un paso tan arriesgado como brillante por parte del equipo de comunicación de la candidatura liderada por la que en otrora fue famosa por asaltar capillas.
Este momento tan llamativo de la comunicación política me ha hecho echar la vista atrás y fijarme en ese elemento tan importante de cualquier campaña electoral: la publicidad exterior. Si nos vamos al inicio de nuestra, todavía, joven democracia encontramos un montón de 'señoros' (en terminología de gente jovencísima en TikTok) muy serios y en plano corto. Pero serios, serios, que la cosa tras una dictadura no estaba ni para medio enseñar una sonrisa. La cosa siguió así hasta que parecía que lo de votar ya se había convertido en habitual y podíamos empezar a soñar.
El cartel de Felipe González para las elecciones de 1986 era otra cosa. Sonriente, en un exterior verde, con traje claro. ¡Parecía hasta feliz! Aznar y Suárez, en el 89, se atrevieron hasta a quitarse la chaqueta y posar en mangas de camisa… ¡pero con corbata! Daba la sensación de que ya empezaba a funcionar ese gremio tan peligroso que es el de los asesores políticos.
¿Qué te hace más cercano? ¿Esa sonrisa conecta con el votante? Hasta las elecciones de 2004 casi podríamos decir que todos los pósters eran intercambiables entre sí. Variaba la foto del candidato y el logo. Poco más, todo junto con un gran VOTA, casi siempre escrito en mayúsculas. Con la llegada del siglo XXI empezaron las tipografías modernas, las fotos desenfadadas y los eslogans típicos de la publicidad tradicional. En 2008 otra novedad, primera mujer en presentarse a la presidencia del Gobierno. Rosa Díaz, por UPyD, que se lanzaba a la carrera a pecho descubierto, usando su DNI real como carta de presentación.
La entrada en el juego político de Ciudadanos y Podemos cambió las reglas. La coleta de Pablo Iglesias era toda una declaración de intenciones, el principio del cambio estético de nuestro parlamento. El de Albert Rivera podría parecer un anuncio de una universidad americana. Más clásico y convencional. Sobre todo teniendo en cuenta que la primera vez que le vimos en un cartel electoral, para presidir la Generalitat de Cataluña en 2006, estaba completamente desnudo. Quizá lo más transgresor que hemos visto en el tema que nos ocupa.
Evidentemente desde que las mujeres empezaron a presentarse a las elecciones y por tanto a protagonizar carteles, los comentarios sobre los mismos fueron aumentando. Desde el exceso de Photoshop para eliminar las arrugas de Esperanza Aguirre a las chupas de cuero de Trinidad Jimenez, Susana Díaz o Isabel Díaz Ayuso. En unas semanas empezaremos a ver otra vez cientos de carteles y desde aquí nos encargaremos de analizarlos todos, porque aunque solo sea una foto y un par de líneas de texto, como con las personas, las primeras impresiones importan y quizá hagan cambiar la intención de voto de alguien ¿o no?
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