¿Puedes ser mala hija y buena madre? ¿Y al revés? La relación perfecta madre-hija es, probablemente, un mito

¿Eres una mala madre? ¿Acaso eres una mala hija? Posiblemente no eres ninguna de las dos cosas: descubre el porqué de la complejidad de este vínculo
Fotograma de La hija oscura
Fotograma de La hija oscura
Cortesía
Fotograma de La hija oscura

Pocas etiqueta más dolorosas existen que la de 'mala madre', aunque teniendo en cuenta que nuestra primera experiencia romántica es la del amor materno filial, la de 'mala hija' es igualmente desgarradora, especialmente porque incluso las que ni somos ni seremos jamás madres, sí fuimos, somos y seremos, queramos o no, hijas. Pero como ocurre con toda relación, la perfección se torna siempre inalcanzable, y las relaciones madre-hija son igualmente imperfectas.

Mientras que durante mucho tiempo las aristas relacionales fueron silenciadas, cada vez son más los relatos que narran los vaivenes de esas complicadas relaciones.

"Siempre hemos escuchado que los trapos sucios se lavan en casa y que la familia es lo primero, así que en general cuando las personas que vienen a terapia recuerdan escenas desagradables de su infancia y las comparten en voz alta, se sienten culpables al relatar su experiencia. Además de ser incómodo para ellas, al compartirlo, socialmente falta comprensión a que existan otro tipo de relaciones que no sean las idílicas. En la mayoría de ocasiones nos negamos a ver que existen otras realidades, cuando en realidad ninguna experiencia invalida a la otra", explica a Mujer.es Marta Segrelles, autora de 'Querida mamá: me dueles', que lleva a la lectora a un viaje al pasado en el que explorar la relación con su madre.

La hija termina siempre por convertirse en madre de su madre (...) una identidad maternal fruto del patriarcado

Por su parte Blanca Lacasa pone en marcha un ensayo coral llamado 'Las hijas horribles' en el que habla de los desencuentros de las hijas con sus madres. De hecho, antes de continuar, quisiera regresar a la idea de que quienes no son madres, sí son hijas, para señalar algo que Lacasa explica a la perfección en su escrito: al final, toda hija termina por cuidar a la madre, pues es imposible huir de esa identidad maternal que es fruto del patriarcado y que sitúa arriba a los hombres. Esta estructura hace que al final, la hija termine por convertirse en madre de su madre.

Madres e hijas perfectas, padres e hijos... No tanto

A las mujeres se nos hace creer además que hemos de ser madres e hijas perfectas, algo que provoca un daño irreparable.  "No se puede vivir en la perfección. No se puede desempeñar una maternidad o una 'hijidad' desde ahí. Es imposible. Genera muchísima autoexigencia, pero también muchísima exigencia hacia esas otras figuras (madre si eres hija e hija si eres madre). A partir de ahí, todo será insuficiente, deficitario o directamente defectuoso. Hay que entender que esos parámetros de perfección tan feroces de los que partimos nosotras no son los mismos para ellos, los hombres. Tanto padres como hijos. A los padres (y también a los hijos) se les exige mucho menos y, desde ahí, es infinitamente más fácil salir bien parado", explica Lacasa. 

"Hay un sesgo de género evidente que hace que siempre se le pida menos a los hombres

"Hay un sesgo de género evidente que hace que siempre se le pida menos a los hombres. Los cuidados se han escrito históricamente en femenino y parece que somos nosotras quienes nos tenemos que hacer cargo de los cuidados, ya sean físicos o emocionales. Y, al darse por supuestos, se valora siempre menos lo que hacemos nosotras, hijas, a lo que hacen ellos, hijos. Otra vez la alargadísima sombra de la hiperexigencia, la culpa y la perfección acechándonos…", añade.

Imagen de La hija oscura
Imagen de La hija oscura
Cortesía

En una sociedad que hace que el amor sea el motor de las mujeres, se nos educa además para ser futuras madres, entrando siempre en juego el rol de los cuidados, que el patriarcado se ha asegurado de achacar a las mujeres. "Por la socialización de género, las hijas aprendimos a renunciar a nuestras necesidades para estar pendientes de las de los demás, a priorizar al resto, a justificar comportamientos como muestra de portarnos bien y ser buenas, y eso es algo que nos genera mucho lastre pues está vinculado al amor que recibimos y evidentemente, ninguna queremos ser tachadas de malas personas y hacemos todo lo posible para que así sea. Hasta que cuando crecemos podemos ver que estas dos situaciones no tienen por qué ser correlativas, y que puedo decidir no cuidar y no ser mala, puedo decidir cuidarme a mí y eso no será un ataque hacia ninguna persona, sino una protección hacia mí", dice Segrelles.

Una relación compleja sin fórmulas mágicas

Las complicaciones en las relaciones madre-hija crecen en el instante en el que la hija pasa a ser adulta, por lo que pasamos a hablar de dos mujeres que se relacionan, teniendo la madre que cambiar de rol. "La intachabilidad que se le presupone a toda madre la aleja definitivamente de existir como cualquier otra entidad que no sea eso: una madre", escribe Blanca Lacasa en 'Las hijas horribles'. Por si fuera poco, parece que nuestras decisiones interfieren en la vida de nuestras madres y en su felicidad. ¿Qué consecuencia tiene eso para nosotras, que estamos siempre pendientes de no dañar a esa madre que parece verlo todo?

Responde Lacasa. "El proceso de diferenciación no se ha completado y seguimos sintiendo que existe una cierta simbiosis, una especie de relación causa-efecto por la cual, efectivamente, mis decisiones no son del todo mías o, de algún modo, afectan a mi madre. Es esa cosa de seguir siendo "niña", "una niña con arrugas", como decía Elena Ferrante. Y una niña que continúa teniendo que satisfacer u obedecer a su madre. En la previsible tensión entre querer ser una persona adulta y no poder dejar de ser la hija obediente que colma las expectativas de su madre es donde se produce la tensión tan complicada de la que hablo en el libro", asegura.

Para finalizar, aunque sabemos que no existen fórmulas mágicas, no queremos dejar pasar la oportunidad de preguntar a ambas autoras si hay forma de solucionar una falta de conexión con una madre. Marta Segrelles explica que esa falta de conexión habla de que hay necesidades que no se satisfacen en el vínculo. 

"Las rupturas en el vínculo son naturales. No siempre podemos hacer todo como se espera de nosotras, y la clave para la seguridad está en la reparación. La solución como tal no existe, no hay una única respuesta, sino que primero hay que ver cómo ahora nos estamos conectando, qué es lo que nos une, qué momentos de autenticidad existen y qué emociones nos rodean al estar juntas para tratar de entender en qué punto está nuestra relación y desde ahí, tendremos más claro qué camino trazar en relación a ella o a nosotras mismas", comenta.

Blanca Lacasa lamenta que no exista tal fórmula, aunque cree que en el diálogo, en hablarlo, ya hay un paso. "Hay que verbalizarlo, normalizarlo y compartirlo. También creo que, tal y como explica la psicóloga Fernández Peinó en el libro, culminar el proceso de diferenciación rompiendo la simbiosis generada durante la infancia o poner ciertos límites ayuda a construir una relación más sana y adulta con tu madre", dice.  

¿Quieres recibir gratis todos los jueves en tu correo los mejores contenidos de belleza, moda y estilo de vida? Apúntate a nuestra Newsletter.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento