"Un hombre que trabaja con las manos es un obrero. Un hombre que trabaja con las manos y la mente es un artesano. Pero un hombre que trabaja con las manos, la mente y el corazón es un artista", dice Vincent Tomczyk (Los Ángeles - EE UU, 1968) parafraseando una cita que leyó recientemente y en la que se apoya para sentirse "con licencia" para crear.
Declara que a veces se siente "como un zapatero o un sastre" y un recién llegado como artista, pero sus obras revelan el esmero y la dedicación de alguien que trata el papel con mimo para acercarlo a las bellas artes como si se tratara de un material noble y exquisito. Tomczyk imita el cuero ajado de una cartera masculina, el tapizado de un sillón victoriano, la tela vaquera de unos pantalones o el tejido almidonado de una camisa blanca.
Su relación con el papel se reducía hasta hace relativamente poco a la que tiene cualquier oficinista. Era "gestor de proyectos" en una empresa y aunque siempre había flirteado con el dibujo, hasta 2010 no acudió a una clase de arte. En una de las tareas del curso los alumnos debían construir sólo con papel un objeto en 3D: "Nunca volví la vista atrás. Llevo usando papel casi de manera exclusiva desde hace tres años".
"Mi madre casi lloró cuando le enseñé la pieza"
Tarda una media de 45 días en completar cada obra e invierte mucho tiempo en hacer un estudio previo del original, de memoria, con fotos o con el objeto presente. Complementando ocasionalmente las obras con otros materiales (no quiere "ser un rehén" del material ni que los límites reduzcan el acabado final de un trabajo) utiliza varios tipos de papel —papel japonés, foam, reciclado...— y lo envejece antes de pintarlo y coser a mano algunos detalles.
Tras lo que representa casi siempre existe un vínculo sentimental. El artista busca "destilar la emoción de un objeto" y aunque su estilo es realista ve su trabajo "como conceptual", como un vehículo para explorar "nuestra conexión emocional con las cosas".
Cuando realizó en papel y metal un aparato ortopédico para la pierna reproducía con exactitud el que su padre llevó toda la vida. Tomczyk sacó brillo muchas veces a aquellos zapatos marrones cuando era niño y desmontar el calzado del aparato de la pierna derecha tenía una categoría de ritual único. Elaboró la obra de memoria, habían pasado 25 años desde que limpiara por última vez los zapatos a su padre: "mi madre casi lloró cuando le enseñé la pieza. Tuvo una respuesta visceral a la versión en papel de un objeto. Me di cuenta de que un objeto se podía convertir en la biografía de una persona".
Sillas en las que no te puedes sentar
En su última colección de trabajos ha recreado una selección de sillas y asientos que paradójicamente se quebrarían y destrozarían si alguien intentara utilizarlos. Llevado por la fascinación del ser humano por sentarse elevado del suelo en cualquier circunstancia, el autor fabrica sillas de jardín, elegantes bancos de salas de espera y hasta un bote de pintura dado la vuelta para actuar de asiento improvisado.
De entre la serie, Tomczyk destaca la reproducción de una silla de madera ideada por el matrimonio de diseñadores Ray y Charles Eames, figuras indispensables del elegante diseño californiano de mediados del siglo XX. El artista señala que el mueble se ha convertido con el tiempo en un icono, admirable por "su preciosa forma", "un símbolo de estatus" que (igual que los asientos de papel) ha perdido su función original, ha dejado de ser una silla sobre la que sentarse para pasar a ser admirada por su impecable estética.
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