¿Por qué decimos 'Jesús' cuando estornudamos?

  • En la antigüedad, los estornudos eran considerados como una advertencia divina.
Estornudar.
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Buenos si se producían por la tarde, malos si se daban por las mañanas, y una terrible señal si ocurrían al levantarse de la cama o de la mesa. Desde la época clásica, cuando eran considerados como una advertencia divina, los estornudos han estado acompañados de supersticiones. Por eso, al producirse esta curiosa reacción humana, los griegos pronunciaban un sonoro '¡que Júpiter te conserve!', tal y como dejó escrito Homero en 'La Odisea', mientras que los romanos se limitaban a exclamar un conciso '¡salve!'.

Con la llegada y la expansión del cristianismo, a este reflejo involuntario se le agregó un nuevo elemento negativo: la presencia del diablo y la posibilidad de que este se introdujera en el cuerpo de quien estornudaba. Para ayudar a que esto no ocurriera, los presentes debían repetir varias veces seguidas el nombre de 'Jesús' evitando así que se colara el maligno.

Es decir, se trata de una respuesta que ha entrado a formar parte de los usos comunes de la educación social pero tiene su base en la religión cristina.

Estornudos en la actualidad

Más allá de las convicciones divinas, un estornudo continuado es, generalmente, el anuncio del principio de una enfermedad. En épocas de grandes epidemias, esta espiración involuntaria y repentina podía ser el preludio de un gran peligro para la población.

Lejos de supersticiones, en la actualidad, algunos han sustituido el nombre de Jesús por el sustantivo 'salud'. Se trata de una forma de desear que la persona que estornuda no caiga enferma.

Otras religiones cuentan con su propia adaptación de esta costumbre tan arraigada a lo largo de las diferentes épocas y culturas. Los musulmanes también tienen su exclamación y esta suele ser ‘Alhamdulillah' (cuya traducción es 'gracias a Dios' o 'alabado sea Dios'). A esta expresión, otra persona ha de contestar con un 'Rahimak Allah' (que Dios te bendiga) o 'Yarhamuka Allah' (que Dios tenga misericordia de ti).

Esta práctica se remonta al siglo I después de Cristo, cuando el médico Avicena ya contaba que el estornudo era el anuncio de una enfermedad, por lo que tras presenciar uno, era común pedir a Dios que apartase a los presentes del peligro.

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