William Sheely, un padre de Atlanta (Estados Unidos), acudió como cada día al supermercado con su coche cuando, en el aparcamiento, se encontró con un hombre que se le acercó a la ventanilla y lo dejó con la boca abierta.
Se desconoce si Sheely, que fue acompañado a la tienda, acababa de llegar y estaba a punto de entrar a la tienda o ya había comprado y e iba arrancar para marcharse, pero la irrupción de este transeúnte hizo que se detuviera un rato, y seguro que se alegró de ello.
No sabía si querría preguntarle o pedirle algo, pero simplemente se acercó y, aprovechando el cristal del coche, les hizo un truco de magia. "Perdiendo el tiempo con el mago", dijo el hombre, que llevaba lo que parecía ser un bote de sal o de bicarbonato y lo utilizó para hacer prestidigitación.
Se echó un montón de estos polvos en una mano y la metió dentro del coche. Con el puño cerrado, dio varios golpes a la luna delantera y, de repente, la sal (o bicarbonato) estaba al otro lado del cristal, de hecho, se veía amontonada sobre el limpiaparabrisas.
Después, se volvió a echar polvo en el puño, lo lanzó por encima del coche e hizo como que lo cogía al vuelo al otro lado, junto a la ventana del conductor. Pero, mágicamente, lo cogió 'de verdad' y lo demostró vertiéndolo en su otra mano.
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