Se podría decir que pocas cosas unen más que la comida, y es que es algo que nos sirve, tanto para celebrar como para refugiarnos en los malos momentos. Y si hay discrepancias, nada como resolverlas alrededor de un plato. Tal es el poder de un rico plato, que tan solo un poco de leche y un poco de pan fue suficiente para paralizar una guerra.
En el siglo XVI, la convivencia entre católicos y protestantes se hacía cada vez más difícil, por lo que las tensiones y la división de los grupos poderosos de la población se saldaron con la primera Guerra de Kappel, un conflicto que estalló en la Suiza de 1529.
El territorio de Milchsuppenstein se convirtió en la línea divisoria entre Zúrich y Zug. Mientras que Zurich estaba dirigida por el reformador Ulrich Zwingli, Zug estaba compuesto por cantones católicos
El detonante definitivo de la guerra tiene lugar cuando en Uznach, un territorio gobernado conjuntamente, se nombra un sacerdote reformista, que fue arrestado y quemado por hereje
La paz sobre un caldero
En un lado y en el otro de los bandos estaban teniendo lugar conversaciones con los soldados preparados para luchar, cuando ocurrió el milagro de la comida. Los soldados colocaron en una enorme cazuela con leche y pan que fue una auténtica invitación a dejar de lado las diferencias y sentarse a disfrutar del enorme caldero de comida.
Cuenta la leyenda que los soldados de un bando fueron los encargados de poner el pan, mientras que los el bando contrarios prestaron la leche para este festín bélico alrededor de 'Kappeler Milchsuppe', el nombre con el que se conoce a este plato desde entonces.
El 26 de junio de ese mismo año la guerra ponía fin y esta sopa de pan y leche se incluía en todos los recetarios del país, aunque con el paso de los años se ha ido versionando hasta convertirla en un plato de lo más sabroso añadiendo cebolla, laurel, nuez moscada...
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