-La ópera cumple cuatro siglos. ¿Está perdiendo el brillo el género?
Al contrario. En España está viviendo una edad de oro, aunque en otros países europeos como Italia o Alemania está viviendo una crisis presupuestaria. Eso sí, no podemos comparar el esplendor del siglo XIX, en la forma de representar y en el público, con el siglo XXI. Por otro lado, obras modernas comienzan a tener ahora una gran aceptación.
-En cuanto a la edad del público, parece que en los teatros no se ve a mucha gente joven. ¿Es la ópera poco amiga de la generación-Internet?
La integración del público joven es un desafío al que todavía no hemos dado una respuesta completa. Los grandes teatros están tratando de evitar una sacralización de la ópera, que no se reduzca a las élites. Se busca romper la formalidad, que los jóvenes vengan al teatro como van al cine.
-Con todo, se siguen viendo muchas corbatas y pocos vaqueros en los teatros.
Eso está empezando a cambiar a medida que se innova en la forma de representar y en el montaje, que cada vez cobra más protagonismo. Salvo las óperas del siglo XX, que sí son nuevas en todos los aspectos, la música y la letra sigue siendo la misma. Los nuevos montajes y maneras de interpretar el drama están atrayendo cada vez a más jóvenes.
-El Teatro Real fue noticia hace semanas precisamente por el montaje de Wozzeck, donde se mostraban trepanaciones y cadáveres desnudos, no sé si por su carácter provocador o por su carácter innovador.
Concretamente, Wozzeck fue una obra que gustó mucho a los jóvenes. En general, hay de todo, y también muchas extravagancias, pero para innovar hay que correr riesgos. Además, hay que tener en cuenta que lo que hoy se ve como una provocación mañana puede verse como una innovación; Don Giovanni fue un fracaso en su estreno.
-Representar una ópera es caro. ¿Cómo se financia?
Casi al 50% entre las subvenciones públicas y aportación privada. Manejamos un presupuesto de 49 millones de euros, 10 menos que el Liceu de Barcelona. Nuestra oferta se basa en no muchas óperas por temporada pero todas de gran calidad. En cuanto a la producción hay muchas fórmulas. Desde la producción propia a la reposición. Lo que hace el Teatro Real a menudo es coproducir con otros teatros europeos.
-¿Sale bien parado el género de una ITV a la ópera en España?
Hay una gran calidad, desde los dos teatros de referencia, el Real y el Liceu, hasta los de Sevilla, Bilbao o Valencia como nueva incorporación. En muchas otras ciudades se hacen representaciones muy interesantes y con un nivel de exigencia muy alto. Si la obra no es de gran calidad, te abuchean.
-Y si el público responde…
Claro. Aquí llenamos, tenemos una ocupación del 95%, que está muy bien. Las de más éxito son las óperas de Verdi, Puccini o Mozart. Las entradas para esas representaciones se agotan en media hora. Para otras, también, pero en más tiempo.
-¿Cómo ve de salud a la prima pequeña de la ópera, la zarzuela?
También ella tiene que innovar en la manera de representar, porque no se puede quedar en las fórmulas castizas y hasta casposas de los comienzos. La evolución de ambos géneros no tienen nada que ver. La ópera es universal y mucho más cosmopolita.
- Directo a lo esencial
La Traviata, La flauta mágica, Rigoletto... Cualquiera de Verdi o Mozart, por ejemplo.
-Tres cantantes del momento.
Hay muchos latinos: Juan Diego Florez, Marcelo Álvarez o ya en España José Bros.
-Tres teatros que no sean el suyo.
La Monnaie de Bruselas, el teatro de Lyon o cualquiera de los españoles.
-Tres retos de la ópera para el siglo XXI.
La incorporación a la escena de las nuevas tecnologías, que los nuevos teatros sean más funcionales y la exportación de un modelo netamente europeo a otros lugares, como América o China, por ejemplo.
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