Cerca del bar, en una de las llanuras a los pies de Sierra Nevada, emerge un campo de sembrado de colinas largas y bajas. Brillan en tono naranja fosforito por el manto de cerámica hecha añicos que la cubre, toneladas de platos que forjan cada día, disparo a disparo, la habilidad de las mejores escopetas del país. En el centro de alto rendimiento allí ubicado, Fátima acapara la admiración de todos. No es para menos, es la prueba viva de que un español, con sacrificio, puede llegar a la élite de un deporte cubierto bajo un gran manto de tabús e ignorancia.

Como un tiro, certera y firme, recorre los pasillos del edificio encañonado con una sonrisa a cada uno de los empleados. Luego dispara la chanza, espera el 'quejido risueño' y carga la siguiente. No es un don, es 'solo' el cariño de la segunda familia formada por el paso de los años, cuando el tiro se convirtió en su prioridad y, después de mucho tiempo viajando diariamente a Málaga para entrenar, la pasión por este deporte la obligó a mudarse de Baena a Granada para colocar en su punto de mira las medallas de los grandes campeonatos.

La decisión fue un acierto. Más de medio centenar de medallas acumula Fátima en sus vitrinas, aunque para muchos solo brille el oro olímpico logrado en la final mixta de tiro al plato junto a Alberto Fernández y para otros incluso ni eso. "Si con una medalla olímpica no somos conocidos... es una realidad que el tiro no está muy bien visto", asume despreocupada de camino a la cancha con la escopeta cargada al hombro. Cuando está en el puesto de tiro y se pone los cascos y las gafas no piensa en lo de fuera, su ojo va al plato y décimas de segundo después este se convierte en pedazos.

De eso trata en realidad este deporte, de evadirse, poner la mente en blanco y solo dar opción a una mancha naranja fugaz de interrumpir la calma más absoluta de los pensamientos. "Yo lo describo como si fuera como el yoga, si quieres romper platos necesitas tener concentración, calma y paz interior", explica Fátima. Aunque parezca inverosímil para el espectador ajeno al tiro al plato, cada uno de sus tiros tiene un relato completo con nudo, desarrollo y desenlace, y la medallista olímpica es capaz de dictarlo con todo lujo de detalles. Es el extremo de la profesionalización, esa fina línea en la que hasta el último matiz condiciona el borrón que cuesta una competición.

Por ello, tras una sesión diaria de unos 300 disparos, Fátima completa su rutina en el gimnasio. "Peso muerto, dominadas... mucho tren superior", es la clave para mantener la firmeza sosteniendo el arma de unos cuatro kilos durante días de competición que duran horas. A ello une el cardio y los ejercicios de respiración, la base de los deportes de precisión.

No hay muchos tiradores en el mundo que sigan la 'rutina militar' de Fátima, pero tampoco hay muchos tiradores con la precisión de la cordobesa, también volcada en el trabajo de la faceta psicológica. "A los Juegos de Brasil llevé la preparación física y la técnica, pero me faltó la parte psicológica... me quedé las puertas de la medalla y me afectó psicológicamente", confiesa una deportista que, con el plus del trabajo mental realizado junto a la psicóloga Zoraida Rodríguez, ha conseguido batir sus propios récords y hacerse con la medalla de oro en categoría mixta.

Hasta el mínimo detalle condiciona las milésimas previas al toque del gatillo, cuenta Gálvez a 20 Minutos. "Yo esta semana he hecho 121 de 125, pero igual llego la semana que viene y hago 115. Dependemos del clima, pero también de si tenemos problemas familiares o económicos y te vas al campeonato con el runrún...", explica una mujer que ha tenido que luchar contra muchas dificultades, además de las añadidas por la gente empecinada en trabar su trayectoria.

Contra todo y contra todos, la tiradora española más exitosa de todos los tiempos va directa a por la gloria en los Juegos Olímpicos de París, a por esa medalla individual rozada con la yema de los dedos en Londres y Río, hacia la que muy pronto metió la marcha directa. Gálvez fue la segunda clasificada de todo el equipo olímpico español para París 2024 –la primera de un deporte individual-, un primer paso firme para "evitar problemas" de clasificación con los que sí se ha encontrado su excompañero Alberto Fernández.

Fátima sueña y trabaja con la mirilla puesta en el triunfo que redondearía su envidiable palmarés, pero no se adentra en el territorio de la imprudencia al hablar de su meta olímpica. "Tengo más de cuarenta medallas internacionales, claro que soy candidata a medalla, pero en el tiro siempre dependemos del factor suerte. Prueba de ello es Tokio, a donde fui muy bien preparada y...", advierte la campeonísima.

"Recuerdo una frase famosa de Carolina Marín antes de los Juegos de Río 2016 en la que dijo: 'Voy a luchar por el oro'. Yo no podría hacer una afirmación como esa, aquí la diferencia entre la que gana y la que pierde es solo de un plato", confiesa cautelosa Fátima mientras recupera fuerzas, de nuevo en una mesa del Portichuelo, antes de reanudar un día más de su maratoniana jornada de preparación.

Con Alberto Fernández y ella misma como grandes esperanzas para España en estos Juegos de París, se acaba, tristemente, la lista de grandes talentos del tiro nacional. La falta de promoción, las barreras económicas y en ocasiones, las carencias institucionales, lastran la progresión de la cantera a pesar de que Fátima asegura "haber notado un efecto llamada" en la categoría júnior desde la conquista del oro olímpico por parejas mixtas.

Así, el deseo de Gálvez es que haya "más referentes femeninos en televisión" y en concreto, como es ella, del tiro, para que las niñas "vean que existen otros deportes y que se pueden dedicar a ellos". Ella, como gran ejemplo de deportista de élite y sanitaria profesional –pues culminó los estudios de enfermería y se forma ahora en psicología-, ya ha colocado varios peldaños de la escalera hacia la igualdad. Ahora, va a por el último, el de colocar al tiro femenino español en el escalón más alto.