Novellón: "Quizás pequé de ingenuo, pero pensé que lo podríamos bajar"

  • Álvaro Novellón es el chico que acompañaba en su aventura a Óscar Pérez en el Latok II.
  • Pérez cayó herido en la montaña y se quedó incomunicado el 7 de agosto. Según Novellón, fue "un error humano".
  • Debido al mal tiempo, nueve días después se suspendió el rescate.

Algo más de una semana después de que se decidiera abandonar el rescate del escalador Óscar Pérez, herido e incomunicado en el Latok II (en Pakistán), uno de sus compañeros, Álvaro Novellón, que aún no acaba de creerse todo lo que ha ocurrido, ha hablado con El País.

Novellón afirma considera que “quizás pequé de ingenuo, pero en todo momento pensé que lo podríamos bajar", pero reconoce que "con muchísima suerte hubiéramos llegado hasta Óscar quince días después de que yo le dejara en la repisa".

Sobre el cómo ocurrió todo, el montañero afirma que “Óscar había caído 50 m. por una pared de roca y colgaba en el vacío por debajo de un desplome; estaba consciente pero muy desorientado. No sabía qué le había ocurrido, ni dónde estaba”.

Cuando llegó donde estaba Óscar, afirma que “primero intenté subirle, pero fue imposible. Así que le descendí hasta una repisa, para lo que tuve que cortar la cuerda de la que estaba colgando”.

Desde la repisa decidieron que Novellón volvería al vivac y cogería los sacos y comida para pasar la noche, que no estaba muy lejos. Desde el vivac, con las manos congeladas y en medio de una ventisca, afirma que “no fui capaz de volver a la repisa”. El mal tiempo (ventisca y nieve) marcó el cómo sucedieron los hechos.

Por la mañana, Novellón reconoce que el tiempo mejoró y desde donde estaba habló con Óscar, le llevó los dos sacos, hornillo, gas, comida... “Los dos teníamos claro que yo debía bajar a pedir ayuda, ninguno hablamos sobre la posibilidad de descender juntos”, apunta.

Cuando se despidieron, Óscar le pidió “que le subiera tabaco y que me tomara el descenso con calma, que tuviera cuidado”. Valora Novellón que ninguno de los dos fuimos del todo conscientes de lo grave que era la situación. Cuando me marché de allí en ningún momento pensé que no sería capaz de volver a subir a por él”.

Con sensación de impotencia, el escalador dice que “el primer día no volaron los helicópteros. El segundo volaron, se equivocaron de valle, tuvieron que volver, y cuando volvieron a salir hacia el campo base no les gustó el sitio para aterrizar y se dieron media vuelta. El tercero iban a venir tres americanos a las 7 de la mañana para ayudar, pero al final solo quisieron transportar a uno y lo hicieron a las 3 de la tarde. Ese fue más o menos el ritmo de los siguientes diez días”.

Sobre el momento en que se decidió abandonar el rescate, afirma que “Fabrizio (guía de los americano) había tomado la decisión de no seguir. Además, venía mal tiempo, y de hecho nosotros bajamos en medio de una ventisca. Aunque hubiéramos querido continuar sin Fabrizio, hubiéramos tenido que esperar a que pasara el mal tiempo, a que se limpiara la pared, y aún así, exceptuándome a mí, nadie estaba aclimatado como para poder funcionar con seguridad por encima de los 6.000 m”.

“Después de las nevadas podía ser peligroso continuar con el rescate y no se quería poner a nadie en peligro. Desde Huesca lo tenían muy claro y la familia de Óscar estaba de acuerdo”, afirma.

Novellón apunta que no sabe “si se podría haber hecho más. Se ha intentado todo. Muchísima gente lo ha dejado todo durante estos días para dedicarse al rescate. En Huesca, en Skardu, en la montaña...”

Sobre el riesgo de este tipo de actividades, el escalador afirma que “cuando voy a una montaña no pienso que me esté jugando la vida, por muy remota o lejana que sea. Intentas hacer las cosas bien para no hacer de esta actividad algo peligroso, pero no se puede tener todo siempre bajo control, ni en la montaña ni en ningún otro sitio”.

Y para los críticos afirma que “Óscar nos ha dejado haciendo lo que más le gustaba, y no es una excusa, pero a sus 33 años probablemente haya vivido más que mucha gente en vidas más longevas y con la suerte de poder disfrutar al máximo de su tiempo. Eso dice mucho de por qué hacemos lo que hacemos”.

Al final, aclara que “fue un error humano. Nos confiamos y en un terreno fácil en el que avanzábamos sin asegurar nos caímos. Nos podría haber ocurrido en cualquier otra montaña, donde los helicópteros pueden llegar fácilmente hasta el herido. Tuvimos la mala suerte de que fuera allí”.

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