Nina Zhivaneskaya es ya toda una veterana. A sus 31 años es un valor seguro y en calma. Medalla de bronce en los 100 metros espalda en los Juegos de Sydney (2000) y diploma en Atenas (2004) dice que está hoy muy tranquila en la víspera de competir. Será este domingo por la tarde (por la mañana, a partir de las 12.00h en España). Su objetivo: colarse en la final. Ha vuelto únicamente para los Juegos Olímpicos. “Después ya veremos”.

“Echo mucho de menos a mi pequeña, Nina. Tiene tres años y hablo con ella todos los días”, asegura con mucha templanza. Y lo hace así “con profesionalidad” porque “distingo muy bien la parte personal y familiar de la deportiva. Aquí pienso sólo en la carrera”.

Los nervios empezarán este domingo “cuando me ponga el bañador”, asegura bromeando. “Aún me quedan 24 horas para disfrutar”. Y sonríe. En ese momento de la entrevista se acerca su entrenador y le informa que nadará por la calle 6, por el centro de la pileta. Era una de sus grandes dudas. “¡Uf, qué bien! Es el carril por donde más he entrenado. También por los laterales por si acaso”. Nina ya se ha acostumbrado al techo de El Cubo, “muy raro”, su referencia visual cuando compite.

Zhivaneskaya se siente muy bien y está con “muchas, muchas ganas”. Va a tener muy difícil meterse en la final, su gran objetivo. “Está muy complicado” Ahora está en la posición 12 del ránking. “Estamos cuatro o cinco nadadoras separadas por tres décimas. Cualquier cosa puede pasar. Llegar a la final y hacer algo grande, o… No debo cometer ningún error y ver cómo están las demás”. Nina se ha preparado a fondo en la salida y en la recta final.

Nina se mueve como pez en el agua por la Villa. Saluda y charla con sus rivales. “Somos viejas y buenas compañeras”. Ahora se va a ver a Mireia Belmonte, nuestra sirena de los 200 y 400. Mañana es su turno. A ver si tiene las “buenas sensaciones” que necesita para lograr su meta.