Manuel Briñas, alma de la cantera del Atlético de Madrid, admite haber abusado de un niño, según El País

  • La presunta víctima ha relatado al periódico los abusos que sufrió en los años 70 por parte del descubridor de Kiko, Raúl y Torres entre otros.
Manuel Briñas, con sombrero, acompaña a Fernando Torres y a Manolo Rangel durante el homenaje al delantero en su despedida del Atlético.
Manuel Briñas, con sombrero, acompaña a Fernando Torres y a Manolo Rangel durante el homenaje al delantero en su despedida del Atlético.
Twitter @Torres
Manuel Briñas, con sombrero, acompaña a Fernando Torres y a Manolo Rangel durante el homenaje al delantero en su despedida del Atlético.

Ángel Manuel Briñas, máximo responsable de la cantera del Atlético de Madrid durante más de 20 años, ha admitido a 'El País' que cometió abusos sexuales a un menor en los años 70.

Fraile de la orden marianista de 88 años, fue acusado por la presunta víctima de unos hechos que se remontan a cuando era responsable deportivo y de scouts del Colegio Marianista Hermanos Amorós del barrio madrileño de Carabanchel.

Las declaraciones de Briñas, que está muy vinculado a la orden y vive en una de sus residencias, no dejan lugar a dudas. "Fueron cosas que sucedieron entonces, un poco raras... Francamente, nunca me lo expliqué. Fue un accidente, recién muerta la mujer con la que me iba a casar y nada más. Solo fue una vez o dos. Gracias que enseguida corté", cita 'El País'.

Briñas ha sido uno de los descubridores de algunos de los mejores talentos del fútbol español en los últimos años. Su ojo clínico hizo que jugadores como Kiko Narváez, Raúl González o Fernando Torres arrancasen sus carreras hacia el estrellato. Como responsable de la escuela del Atlético de Madrid, este fraile de la orden marianista ha sido toda una institución, e incluso formó parte de la reciente presentación de Álvaro Morata.

Miguel M. H., de 59 años, no guarda tan buen recuerdo de Briñas. En su testimonio a 'El País', afirma que el fraile abusó de él. "Me tocaba en la oscuridad de la tienda de campaña, abriéndose camino entre otros compañeros y el saco de dormir. Aunque estuviésemos varios, siempre iba a por mí. La primera vez me quedé paralizado, incrédulo, sin entender lo que pasaba. Luego mi afán era buscar la posición más alejada para dormir", asegura la presunta víctima.

"Nunca intentó besarme ni abrazarme... Parecía que su fuente de placer estaba en mi cuerpo, no en el suyo", recuerda Miguel M.H., que apunta a caricias y masturbaciones en unos abusos que se prolongaron entre 1973 y 1975.

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