La grandeza del fútbol no siempre está en la espectacularidad de ciertas jugadas, de ciertos remates o en la intensidad de ciertos partidos. También las gradas de los estadios aportan encanto a este mundillo y recuerdan que son los aficionados la auténtica base de este deporte. En sus lágrimas de alegría o en su angustía ante la derrota están labradas muchas tardes de juego.

En las últimas horas han fallecido dos de los seguidores más famosos del mundo, iconos para los clubes de sus amores y referencias por su gran afición a unos colores: Ethem Özerenler, seguidor del Borussia Mönchenglabach alemán, y María Esther Duffau, La Raulito, del Boca Juniors argentino.

El "Manolo del bombo" alemán

Özerenler era un turco que llegó a Alemania en 1968 y pronto se habituó a seguir al Borussia Mönchenglabach. Su constumbre de acudir a la curva norte del estadio con un tambor le generó las simpatías del resto de la afición. El club, incluso, le reservó un espacio en la grada.

De hecho, Özerenler era considerado el "Manolo el del bombo" de la Bundesliga. Y así, por Manolo, le conocían muchos. Pero su vida se apagó a los 68 años como consecuencia de una larga enfermedad que sólo le dejó, a partir de 2002, acudir a ver al Borussia de forma esporádica.

La Raulito, una vida de cine

Una descompensanción generalizada acabó con la vida de La Raulito a los 74 años de edad, una mujer que en más de una ocasión señaló que le hubiera gustado "ser macho y jugar en Boca como Diego Maradona".

"Nadie me hizo de Boca. Yo solita ya sabía que esos colores me iban a dar muchísimas alegrías", explicó esta seguidora del club argentino, cuya agitada fue llevada al cine en 1974 bajo el título La Raulito, del chileno Lautaro Murúa.

Nacida en 1933 en Buenos Aires, La Raulito se crió en las calles y pasó, sucesivamente, por el reformatorio, la cárcel y el manicomio.