2017 y el salto hacia China

  • Juanma Trueba analiza el primer fin de semana del año.
  • El esquí, Cristiano, el Valencia y el fútbol chino, protagonistas.
Daniel Andre Tande, en acción.
Daniel Andre Tande, en acción.
EFE
Daniel Andre Tande, en acción.

El primer protagonista de 2017 es el noruego Daniel-André Tande. Si lo sabían sólo me queda elogiar su respeto a las tradiciones y capacidad de retentiva. Efectivamente: el joven Tande (22 años) ganó el concurso de saltos en Garmisch-Partenkirchen, la competición deportiva que simboliza el inicio del nuevo año y que no difiere tanto de las prácticas juveniles en Nochevieja: muchachos saltando al vacío en diferentes posiciones aerodinámicas.

Nada más proclamarse vencedor, y como es costumbre en todas las latitudes, Daniel-André fue abrazado por su madre, Trude, al tiempo que los periodistas noruegos le preguntaban por sus sensaciones, emociones y proyectos. Pero no piensen que Tande acaparará las portadas de los periódicos de su país. De hecho, la edición digital del Dagbladet le dedicaba ayer un espacio similar al de otras noticias deportivas. Es fácil de entender. Saltadores noruegos han ganado en Garmisch-Partenkirchen en 2015, 2013, 2004, 1994, 1992, 1971, 1969, 1968, 1967, 1963, 1954 y 1953. Dicho de otra manera, tienen cierto hábito.

En España ocurre justo lo contrario. Los saltos de esquí forman parte de las pocas asignaturas pendientes de nuestro deporte. Durante los doce años que se disputó la Copa del Rey sólo se registró el triunfo de un compatriota, Bernat Solà (Mataró, 1965), olímpico en Sarajevo y Calgary, y el mejor de una generación espontánea de saltadores que brotó en los años 80 y 90. Ahora ya no nos quedan ni espontáneos ni trampolines.

El único consuelo (y es leve) es que nada alterará los brumosos amaneceres del 1 de enero, inaugurados en primer turno por la Marcha Radetzky y en segundo lugar por los aleteos de los hombres pájaro en Garmisch-Partenkirchen.

El 2016 no se despidió con grandes sobresaltos deportivos, ni con excesivas demostraciones de nostalgia. Ha sido un buen año para Cristiano Ronaldo, el Real Madrid, el agente de Pogba, Trump y Justin Timberlake. Para el resto del mundo ha resultado, cuando menos, mejorable. Si ordenamos la escala de insatisfechos tendremos que situar en el último lugar al Valencia Club de Fútbol. La dimisión de Prandelli hace ver que hay algo corrosivo en el club. Tres meses después, el entrenador italiano se marcha sin encanto, sin mano izquierda, sin finiquito y sin amigos en Singapur.

Una vez más, Voro (de nombre Salvador) será el encargado de rescatar al equipo mientras la directiva busca un sustituto con glamour con la intención de que iguale los números del interino. La enajenación de los millonarios al contacto con el fútbol es un asunto que sigue mereciendo una tesis doctoral.

En lo alto de la escala de los seres afortunados se encuentra Cristiano Ronaldo. El delantero pasó la Nochevieja en el hotel-museo de su propiedad en Madeira (Pestana CR7). Si algún día prospera la oferta del fútbol chino, Cristiano tendrá efectivo para comprarse la isla, el archipiélago adjunto, las Azores y el anticiclón.

Como saben, Jorge Mendes ha revelado una oferta de 300 millones por su representado, al que correspondería un salario anual de 150 (seguimos hablando en millones). Nada más derramar la gasolina por el suelo, el agente aclaró que "el dinero no es lo más importante", que Cristiano juega en el equipo de su vida y que Florentino no se plantea la venta.

Ahora permitan una suposición. Imaginen que el Real Madrid echa cuentas y llega a la conclusión de que la oferta es interesante. Al fin y al cabo, Cristiano cumplirá en febrero 32 años y Bale parece listo para tomar el relevo. Con los 300 millones del traspaso, y descontado el gasto para fichajes (pongamos cien), el club podría rebajar la cuota de sus socios y construir en Valdebebas el parque de ocio que estuvo planeado. Dado que el club pertenece a los socios, no se me ocurre mejor idea que revertir en ellos el beneficio de una lucrativa operación. Dicho lo cual, pueden llamarme desaprensivo, subversivo y Míster Scrooge.

Lo que está claro es que China es el gigante que amenaza, también en el fútbol. Los 85 millones de euros que cobrará Carlos Tévez (32) por dos temporadas marcan la primera fase del desembarco. El último rumor es que un equipo recién ascendido (Tianjian Quanjian) estaría dispuesto a pagar 90 millones por Diego Costa (28). El dinero no es lo más importante, pero ayuda en las mudanzas. Que le pregunten a Oscar (25) o Hulk (30), con salarios por encima de los veinte millones en el Shanghai SIPG. O a Lavezzi (31), que cobra quince millones en el Hebei Fortune.

Tal vez no debimos adecuar nuestros horarios futbolísticos a las audiencias chinas. Todo hace pensar que, en breve, seremos nosotros quienes tendremos que adaptarnos a los horarios de la Super League, con apasionantes partidos matutinos y equipos de nombres impronunciables hasta que sepamos pronunciarlos. Ahora cuesta creerlo, pero con el tiempo hemos aprendido cosas que jamás imaginamos: el secreto del bádminton, el mérito del doble Axel y el dominio noruego en los saltos de esquí.

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