El conjunto español mantuvo el tipo en una primera mitad equilibrada, pero en la segunda, con el 0-1 y la expulsión de Joaquín, vio como los rumanos, sin hacer nada del otro mundo, superaron la ronda sin problemas.

El equipo de Bucarest llegó a Sevilla con la obligación de marcar después de no pasar del empate a cero hace una semana en Bucarest y además con la fama de que despliega un mejor fútbol como visitante que como local.

Algo de eso se vio, porque desde el inicio intentó tener mucho el balón y conducirlo con rapidez y muchos efectivos hacia el terreno del Betis.

A los veinte minutos y tras un córner botado por Joaquín, el brasileño Robert de Pinho conectó un buen cabezazo al que respondió magníficamente el portero portugués Carlos Alberto Fernandes para evitar el 1-0.

Joaquín, con precisos servicios a balón parado, fue el que más peligro creó ante un Steaua que, conforme se acercó la conclusión de la primera parte, se acercó con menos intensidad al área rival pero que supo guardar bien su portería.

El conjunto de Bucarest se aprovechó de un rebote en los inicios de la segunda mitad para que el hábil y rápido Nicolita, ante la media salida de Contreras, pusiera el 0-1 en el marcador y la eliminatoria muy encarrilada.

Lorenzo Serra Ferrer sacó rápidamente al terreno a dos hombres ofensivos, Xisco y Dani, con la intención de conseguir esos dos goles que ahora hacían falta para superar la ronda, pero poco después se le rompió más los esquemas cuando Joaquín dejó al equipo andaluz en inferioridad numérica tras ser expulsado.

El panorama pinto mal para el Betis, pero la formación local, pese a las precipitaciones y falta de ideas, no renunció a meterse de nuevo en la eliminatoria y Dani estuvo cerca de conseguirlo en dos claras ocasiones casi consecutivas, la segunda de ellas con el balón repelido por el larguero.

De ahí se pasó al 0-2 y acabó la historia de un partido que el Steaua redondeó con un tercer gol. Quizá demasiado castigo para un Betis que ya estaba totalmente desquiciado.

El Steaua celebró su clasificación a lo grande en la misma ciudad en la que en 1986 ganó su única Copa de Europa ante el Barcelona, al que derrotó en la tanda de penaltis.