Este Barça no funciona como debería y menos aún cuando juega lejos del Camp Nou. Lo demostró ayer, una vez más, sobre el Reyno de Navarra donde fue incapaz de poner en aprietos a Osasuna. Rijkaard sorprendió dejando a Xavi en el banquillo y apostando por Iniesta y Giovani en el centro del campo, una opción que sirvió para que el Barça se hiciera rápidamente con el control del balón, aunque sin ningún tipo de profundidad.
Los azulgrana se cansaron de tocar y tocar olvidándose de la portería rival, salvo un par de ocasiones de Giovani y Deco.
La segunda parte comenzó con el mismo control estéril del Barça. Tan mal lo debió ver Rijkaard que sentó en el banquillo a un inoperante Ronaldinho para dar entrada a Xavi. La cosa no empeoró, pero tampoco mejoró demasiado.
Sólo la entrada del canterano Bojan aportó chispa a un equipo oxidado. El de Linyola debutó a sus 17 años en la Liga y su desparpajo estuvo a punto de dar el triunfo al Barça.
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