El mérito del Atlético de Madrid de reencarnarse y volver a competir

El entrenador del Atlético de Madrid, Quique Sánchez Flores, durante una rueda de prensa.
El entrenador del Atlético de Madrid, Quique Sánchez Flores, durante una rueda de prensa.
EFE
El entrenador del Atlético de Madrid, Quique Sánchez Flores, durante una rueda de prensa.

El tercer título internacional del Atlético, tras la Recopa y la Intercontinental, llegó en una competición refundada, la Liga Europa, a la que se aferró tras pasar sin pena ni gloria por la Champions.

En la segunda competición continental, el Atlético supo reengancharse y competir marcando siempre en el campo contrario. Venció al Galatasaray, empató con el Valencia y un tanto en la prórroga frente al Liverpool le clasificó para la final. Un final dulce para un arranque amargo. Buena parte del mérito lo tiene Quique Sánchez Flores.

En la Champions, el Atlético acabó tercero en el grupo D, sin conocer la victoria, tres puntos de tres empates, tres goles a favor y doce goles en contra. La aventura comenzó mal, con una igualada a cero en casa frente al Apoel chipriota.

En las diez primeras jornadas ligueras sólo había obtenido un triunfo y sumaba diez puntos en la clasificación. El aficionado se acostumbró por aquel entonces a constantes despropósitos defensivos.

El Apoel mantuvo hasta el final la incertidumbre de la tercera plaza, pero el Atlético, en su carrera por colarse en los dieciseisavos de la Liga Europa, acabó mentalizándose para afrontar su oportunidad de redención.

Del Barça al  éxtasis

Los paradigmas de Quique comenzaban a fraguar, como también emergía Reyes, y en la Liga se logró derrotar al todopoderoso Barça (2-1). Un alegrón previo al debut en la Liga Europa. Como en el Atlético nada es fácil se empató en casa con el Galatasaray, pero remató en Turquía.

Y también lejos del Calderón, en Mestalla, apuntaló su pase a las semifinales. Frente a un gris Liverpool se gozó en el Manzanares y se experimentó con ese sufrimiento tan sublime, tan atlético, que llegaba desde la prórroga en Anfield. Y en Hamburgo, el éxtasis.

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