Quizá no haya en todo el circo de la Fórmula 1 dos pilotos más distintos que Fernando Alonso y Lewis Hamilton. Este año, además, sus trayectorias son completamente opuestas también dentro de la pista.
Mientras Alonso afronta un año de transición y prefiere mantenerse alejado del lujo que rodea el mundo de la F1, el británico se ha convertido en el representante de todos los principios del gran circo: mediático, personaje habitual en las fiestas más glamourosas de la jet-set, objetivo de la prensa del corazón británica y, lo que es más importante para él, líder del Mundial de pilotos, a sus 23 años.
Con su victoria en Mónaco, Hamilton ya se siente un piloto con pedigrí, a la altura de los mejores. El inglés ha tomado el relevo de Alonso, ganador en el principado en 2006 y 2007.
No sin su padre
Hamilton lidera el Mundial y es el deportista inglés con mayor proyección; igual que Alonso en España. Hamilton se ha convertido en un habitual de las fiestas: tan pronto actúa en una obra de teatro en Estambul como acude a un desfile de moda. Le gusta el glamour, el calor de los focos, las mujeres bellas y célebres. Dicen que su última conquista es la cantante del grupo Pussycats Dolls, una exhuberante morena.
Hamilton no puede estar lejos de su padre y representante, Anthony, un habitual del motorhome de McLaren, donde le encanta recibir a modelos, actrices y cantantes. Un glamour que contrasta con la austeridad del entorno del piloto de Renault, en el que incluso su popular mujer Raquel del Rosario se mantiene en un discreto segundo plano.
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