Todo comenzó el 25 de septiembre de 2005 en el circuito de Interlagos, al termino del GP de Brasil. A los mandos del R-25, Fernando Alonso acabó tercero y se proclamó, con 24 años, 1 mes y 27 días, como el campeón del mundo de Fórmula Uno más joven de la historia, sucediendo así Michael Schumacher (Ferrari) y arrebatándole el récord de precocidad a Emerson Fittipaldi, que ganó el título con 25 años, 8 meses y 28 días.

Hasta ese momento, el asturiano, que había logrado siete victorias, cinco segundos puestos y tres terceros y sólo había abandonado en una carrera (GP de Cánada) y renunciado a otra (GP de EEUU), había sido el más regular.

Alonso y Renault demostraron que no siempre era garantía de éxito tener el coche más rápido e incluyeron en el diccionario de la F-1 el vocablo fiabilidad, la gran losa de su principal rival ese año, Kimi Raikkonen, que pese a conseguir las mismas victorias (7) sufrió numerosas averías provocadas por la agresiva conducción de su McLaren, que no habia evolucionado bien ese aspecto.

En 2006, Fernando Alonso impuso de nuevo su enorme regularidad (14 podios con siete victorias) y la fiabilidad del nuevo R-26 ante un renacido Michael Schumacher, que fue de menos a más.

Ni las maniobras de la FIA para beneficiar al piloto alemán, que se retiraba al final de la temporada, pudieron impedir el segundo título consecutivo del asturiano, aunque no sin sufrimiento.

A falta de dos carreras para la conclusión del mundial, Alonso y Schumacher estaban empatados a 116 puntos, pero una rotura de motor del siete veces campeón del mundo en el GP de Japón dejó el campeonato en bandeja al asturiano, que ganó en Suzuka y rubricó el título en Brasil con un segundo puesto.