Con el alma por las nubes

Las claves:
  • Pilota el globo aerostático más grande de España.
  • Ha recorrido medio mundo, incluido el Polo Sur.
Preparación de un globo aerostático.
Preparación de un globo aerostático.
Efe
Preparación de un globo aerostático.
El primer hombre que cruzó el Polo Sur en globo es de Madrid. Fue en el año 2000 y su nombre es Anulfo González, un analista de sistemas y piloto comercial de 41 años. ¿Hijos?. «Tres unidades: Juan, Joaquín y Jorge», afirma con cariño González.

Tras 20 años a los mandos de los quemadores, este pionero pilota ahora el globo aerostático más grande de España, el Master A-315, un medio de transporte con una vela de 8.920 metros cúbicos y una altura de 26,5 metros, con capacidad para 17 personas y sin riesgo alguno para sus ocupantes.

Según sus propias palabras, «el globo es un medio muy seguro –sólo dos accidentes en 30 años–, y los que pasan más miedo son los pilotos de avión, porque están acostumbrados a la velocidad y creen que el globo se va a caer. El resto de personas sólo siente placidez».

«Además, por donde vamos siempre nos tratan de maravilla: cuando volé sobre Francia, la gente nos acogía con coñac y vino, y otra vez montamos una barbacoa con los quemadores en la Capadocia (Turquía)», recuerda.

Un hijo en el aire

En su vida, González también ha sobrevolado la cordillera del Himalaya (Bhutan), el Salar de Uyuni (Bolivia) y el Sahara (Marruecos), pero su aventura más impresionante fue enterarse de que su mujer estaba embarazada de su primer hijo cuando sólo veía bajo su cesta el paisaje helado de la Antártida.

Y la más sorprendente, la vez que, «como un chófer de limusina», presenció un apasionado encuentro sexual sobre el Tirol austriaco.

«El cielo está contaminado»

Aquí abajo, sobre el asfalto de la ciudad, los ciudadanos tragan el humo de los coches, las fábricas, las calefacciones... Pero allá arriba, «el cielo está muy contaminado. Una vez que sobrevolé Madrid de punta a punta, nos dimos cuenta de que sobre la ciudad se cernía una boina negra de contaminación que parecía tener vida, se desplazaba», lamenta Anulfo González.

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