Shareef O'Neal era uno de los mejores jugadores de su generación, pero su evolución en el mundo del baloncesto se frenó en seco cuando en 2018 tuvo que operarse del corazón. Una arteria coronaria anómala obligó al hijo de Shaquille O'Neal a pasar por el quirófano, pues de no haber sido así podría haber sido mortal. Dos años después, el joven ha demostrado el valor de no rendirse nunca.

Cuando Shareef O'Neal se enroló en UCLA para comenzar su carrera universitaria, los entrenadores le colocaron un pulsómetro tras haber detectado alguna anomalía en su reconocimiento médico. Semanas después se hizo público que el jugador no disputaría la temporada 2018-19. En diciembre pasó por el quirófano y en marzo de 2019 recibió el alta médica, empezando así un complicado proceso de recuperación. Para ello disputó partidos amistosos y jugó en la famosa liga veraniega Drew League.

La temporada 2019-20 fue la de su debut en UCLA, jugando un total de 13 partidos y promediando 2.2 puntos y 2.9 rebotes en 10.2 minutos por choque. Aunque regresó a las canchas, Shareef no se encontró del todo cómodo y prefirió cambiar de aires al terminar la campaña, siguiendo los pasos de su padre y anunciando su transfer a LSU (Louisianna State University), donde aún no ha jugado por la pandemia de coronavirus que ha puesto muchas trabas al baloncesto universitario.

A expensas de disputar su primer encuentro con la camiseta de LSU, Shareef O'Neal al menos puede presumir de su impresionante estado de forma dos años después de aquella operación de corazón. De hecho, el propio joven utilizó recientemente su cuenta personal de Instagram para mostrar al mundo su evolución. "Hace dos años... Primeros pasos como un hombre nuevo. Tengo una relación amor-odio con todo esto de la operación, pero me siento bendecido por haberlo pasado", escribió en la red social, en la que subió dos vídeos de su tiempo en el hospital y un tercero con un brutal mate en la actualidad.