Paul Atreides, ¿héroe o villano? Así critica 'Dune 2' a los líderes carismáticos

En 'Dune: Parte Dos', Denis Villeneuve lleva al cine uno de los aspectos más incómodos plasmados por Frank Herbert en su novela, apoyándose en Timothée Chalamet, Zendaya y Javier Bardem. Análisis con SPOILERS.
Timothée Chalamet como Paul Atreides en 'Dune: Parte Dos'.
Timothée Chalamet como Paul Atreides en 'Dune: Parte Dos'.
Cinemanía
Timothée Chalamet como Paul Atreides en 'Dune: Parte Dos'.

Las profecías más optimistas se han cumplido. Con Dune: Parte Dos, Denis Villeneuve no solo ha conseguido un taquillazo, sino que también ha seducido a buena parte de la crítica... y ha conseguido que ambos sectores se pongan de acuerdo en apreciar algo tan poco habitual en un blockbuster como son las ambigüedades morales.

Porque, si bien hace algunas concesiones al público, la historia de Paul Atreides (Timothée Chalamet) está muy lejos de dejarnos con una sensación tranquilizadora. Todo lo contrario: al igual que la novela original de Frank Herbert, el último tramo de la película resulta inquietante en grado sumo, anticipando una catástrofe que el director quebequés prefiere no mostrar. 

Así pues, es el momento de dejarse de memes e hipérboles para plantear la pregunta del millón: ¿es el joven Atreides un héroe, un villano o ni una cosa ni otra? A continuación, diseccionamos este tema tan complejo, con los inevitables SPOILERS.  

Una victoria solo en apariencia

Si has visto Dune: Parte Dos, recordarás que el personaje de Chalamet parece haber alcanzado todas sus metas al final de la historia. La venganza sobre el clan Harkonnen está completa, las tribus Fremen le han aceptado como su líder e incluso ha puesto de rodillas al emperador Shaddam IV (Christopher Walken), obteniendo gracias a ello el matrimonio con su hija, la princesa Irulan (Florence Pugh).   

En resumen, el triunfo de Paul Atreides es una colección de arquetipos que damos por sentados en la conclusión de una historia épica. Pero entonces ¿por qué transmite esa sensación de mal rollo? ¿Por qué empatizamos con Chani (Zendaya) cuando le da la espalda al nuevo monarca y regresa al desierto? Pues porque todas esas victorias son, en realidad, desastres.

La aniquilación del barón Vladimir (Stellan Skarsgârd), Feyd-Rautha (Austin Butler) y sus secuaces puede tener un pase, porque no dejan de ser unos malditos bastardos, pero la aclamación de Paul como mesías por parte de los nativos de Arrakis supone la transformación de un pueblo libre en una horda de fanáticos. Y el ascenso del protagonista al trono no tendrá como consecuencia la pacificación del Imperio, sino el comienzo de una guerra civil. 

Sumemos a esto la aceptación de un matrimonio de conveniencia que le hará perder al amor de su vida, y veremos que la aparente apoteosis de Paul Atreides subvierte uno por uno los tropos habituales en esta clase de relatos. Algo que Frank Herbert plasmó de forma totalmente deliberada.

Demoliendo el 'viaje del héroe'

"Si 'Dune' tiene una moraleja, es 'cuidado con los héroes", sentenció Frank Herbert en una cita mil veces repetida. "Es mejor apoyarte en tus propios juicios y tus propios errores", añadía el autor, indicando que el tema principal de su obra eran "las convulsiones mesiánicas que afligen periódicamente a las sociedades humanas". 

Así pues, el autor no esperaba que el triunfo final de Paul Atreides nos transmitiese un subidón épico, sino todo lo contrario. Y si los elementos de dicho triunfo nos resultan así de reconocibles, es porque se basan en un modelo mil veces repetido: el llamado 'monomito' o 'viaje del héroe'. 

Popularizado por el mitólogo Joseph Campbell en su ensayo El héroe de las mil caras (1949), esta estructura se halla presente en infinidad de relatos de aventuras, desde los mitos griegos hasta Star Wars. Su estructura, según el autor, se resume de esta manera: "Un héroe parte del mundo corriente hasta la región de los prodigios sobrenaturales, donde encuentra fuerzas fabulosas y obtiene una victoria decisiva, de la que regresa con el poder de otorgar favores a sus congéneres". 

En el caso de Dune, dichas piezas pueden identificarse con facilidad. El héroe es Paul Atreides, mientras que Arrakis es ese "reino de los prodigios" donde tendrá lugar su victoria. En cuanto a los poderes sobrenaturales, abarcan desde la capacidad de predecir el futuro hasta los tremebundos gusanos de arena. Y también es innegable que el protagonista concluye su periplo en una posición de liderazgo.  

Sin embargo, las teorías de Campbell han recibido críticas muy duras desde disciplinas como la Antropología. Según sus detractores, el autor de El héroe de las mil caras no solo habría tenido un conocimiento muy superficial de los mitos que aspiraba a descifrar, sino que su modelo (planteado exclusivamente en torno a personajes masculinos) implica la rendición ante el carisma de una figura autoritaria.  

Herbert, que se hallaba entre estos detractores, volvió del revés sus pilares en Dune. Como aprendemos al poco de empezar la historia, las capacidades proféticas de Paul Atreides no obedecen a ningún designio divino, sino a los planes de la hermandad Bene Gesserit para crear un líder omnipotente... el cual, si dichos planes hubieran salido bien, habría sido un títere en manos de dicha secta.

Para colmo, las leyendas Fremen que arrastran a personajes como Stilgar (Javier Bardem) son también una creación de las Bene Gesserit, destinada a proteger a sus miembros (como la Lady Jessica de Rebecca Ferguson) en el entorno hostil de Arrakis. Dada su condición de parias y sus vidas de extrema precariedad, los nativos se han agarrado a ellas como a un clavo ardiendo:  "Dale a la gente la esperanza de un mesías y lo aguardará durante siglos", como dice Chani. 

En cuanto a los resultados de la victoria de Paul, todos sabemos cuáles serán, porque él mismo los ha adivinado en sus visiones: una guerra santa que dejará miles de millones de muertos y le convertirá en un tirano aún peor que Shaddam IV, con los Fremen sustituyendo a los Sardaukar como garantes de su posición. Toda una colleja a ese relato cuya forma primitiva implica un restablecimiento de la paz y la justicia. 

"No es el Mesías, es un sinvergüenza"

Para concluir esta demolición, todavía nos falta algo más: examinar cómo asume Paul su ascenso a la condición de profeta. Algo que, no por nada, ha suscitado innumerables memes y comparaciones con La vida de Brian en cuanto Dune: Parte Dos ha llegado a los cines. 

Cuando la caída de su familia a manos de los Harkonnen le arroja al desierto, con el subsiguiente colocón de especia Melange estimulando sus dones visionarios, el joven Atreides se vuelve consciente de su rol en la historia... y también tiene claro que no desea cumplir ese papel. Algo que se ajusta a uno de los pasos iniciales del viaje del héroe: el "rechazo de la llamada".

Para su desgracia, Paul está atrapado por fuerzas que escapan a su control. De modo que cada paso en su viaje le atrapa más y más en la red de sus propias visiones: por mucho que intente huir de ese sangriento destino, este se vuelve más y más inevitable conforme pasa el tiempo, obligándole a traicionar los preceptos que dan validez a su misión. 

Y con esto último no solo hablamos de una carnicería a escala galáctica, o de su infeliz matrimonio con Irulan, sino también de esas virtudes que convierten a la Casa Atreides en los 'buenos' de la historia: ¿recuerdas al duque Leto (Oscar Isaac) exclamando aquello de "no hay confianza que traicionemos" en la primera parte del filme? Pues compáralo con ese Paul que asume su rol mesiánico, a sabiendas de que este es puro teatro, para convertir a sus amigos en adoradores y esbirros.  

Así pues, podemos decir que el joven Atreides no es un héroe ni un villano. Es un personaje trágico y, si se quiere, patético: el producto de un sistema putrefacto y estancado que, como tal, lleva consigo las semillas de su propio colapso. 

En espera de que Villeneuve dirija esa adaptación de El mesías de Dune que pondrá punto final a la historia de Paul, podemos preguntarnos cómo de aplicable a nuestra realidad resulta esta fábula tan amarga. Y también meditar sobre otra declaración de Frank Herbert a cuenta de su obra magna: "Los líderes carismáticos deberían llevar una etiqueta en la frente donde pusiera: 'Perjudicial para la salud".

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