La sociedad de la nieve nunca tuvo una opción. Pese a la magnífica campaña de promoción que desarrolló Bayona y al peso de Netflix, España tenía muy lejos el Oscar a mejor película internacional en la pasada edición. La culpable era La zona de interés, dirigida por Jonathan Glazer y basada en una novela de Martin Amis. El escritor, destacada pluma de la literatura británica, falleció cuando La zona de interés comenzaba su andadura en Cannes.
Desde el festival francés, en el que ganó el premio del Gran Jurado, La zona de interés se hizo con un puesto de honor en la carrera por el Oscar. Su única contendiente real era Anatomía de una caída, pero Francia decidió competir por la estatuilla internacional con A fuego lento. El camino para Glazer, entonces, quedaba expedito.
Cuando fue nominada al Oscar a mejor película, además de al Oscar de mejor película internacional, las quinielas se cerraron. Glazer (también candidato al Oscar de dirección) recogería la estatuilla. Su discurso, crítico con la devastación israelí en Gaza, fue uno de los momentos de la noche. Pero hablemos de la película.
¿Dónde ver ‘La zona de interés’?
El nuevo largometraje de Glazer, que aún puede encontrarse en algún cine de España, está disponible en Movistar Plus desde el 10 de mayo. La zona de interés sigue al comandante de un campo de concentración y a su mujer través de una narración fría, distante y siempre vigilante, como un Gran Hermano siniestro. El horror del Holocausto queda reducido a gritos fuera de cámara. El punto nuclear de la historia, la zona de interés, es una agónica relación cotidiana entre un hombre y su esposa, a la que interpreta Sandra Hüller (Anatomía de una caída).
La solución final y el horror nazi sobrevuelan esta desasosegante contemplación del mal burocratizado, en la que bautizar con tu nombre la aniquilación de cientos de seres humanos se convierte en el mayor motivo de orgullo profesional imaginable. Mención aparte merecen el diseño de sonido estremecedor de La zona de interés (ganó el Oscar) y un final que funde la tan traída banalidad del mal con otra igualmente interesante, la banalidad del bien, en un emético descenso a través de las escaleras de la historia.
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