“Ve, mira, escucha, pregunta y cuéntalo lo mejor que sepas” es una máxima atribuida a Mark Twain que más de un estudiante de Periodismo recitó como un mantra, hace ya mucho tiempo, y que volvió a la cabeza de quien escribe esto tras ver Civil War. El nuevo largo de Alex Garland no solo supone una razón más para coronar al británico como Tío Vinagres oficial del cine especulativo, sino también un interrogante acerca del presente y el porvenir del oficio más detestado del mundo (a veces con razón, pero esa es otra).
Si bien Garland, tan majete como siempre, se ha esforzado en remachar que su filme no tiene nada de ciencia ficción, este no deja de ser un ejemplo del subgénero "cinco minutos en el futuro" que tan bien se le daba a su compatriota J. G. Ballard. Y al igual que el escritor (responsable literario de Crash y High-Rise, para que nos hagamos una idea), el cineasta se regodea en mostrar cómo una grieta en el orden de las cosas hace aflorar el sustrato monstruoso de la humanidad: esta vez se trata de un conflicto intestino que desgaja EE UU por motivos que nunca se explican, ya que su función es la de excusa para enajenar paisajes en teoría familiares a base de paranoia y extrema violencia.
No es casualidad que Civil War empiece y acabe con canciones de Suicide, un grupo especialista en convertir iconos del pop estadounidense (desde el rock’n’roll más cabezota a los tebeos de Marvel) en aberraciones distópicas, porque una colección de tropos habituales en los relatos de guerra (el hotel lleno de corresponsales con el hígado frito, el campo de refugiados, los villorrios donde impera la ley del más fuerte) cobra rasgos nuevos en la pantalla tras su mudanza al corazón del Occidente autosatisfecho. ¿Pensaba Garland en el Nuevo Orden de Michel Franco, o en el Haneke de El tiempo del lobo? Ni lo sabemos ni nos importa: lo importante es que nuestro instinto de espectadores nos dice que esas cosas solo pasan en Oriente Medio, Latinoamérica o África, no en las cercanías de Nueva York, o las de Madrid.
Pero, en esta ficción, sí ocurren. De ahí que acompañemos a una cuadrilla de reporteros (liderada por Kirsten Dunst, formidable con su cámara al cuello) en un viaje que participa de Apocalypse Now, con el presidente-dictador Nick Offerman en funciones de Kurtz, y también de El año que vivimos peligrosamente, dada la actitud de unos testigos arrastrados por la locura que les rodea. Algo hay también de Aniquilación, hasta ahora el mejor trabajo de Garland, por ese tono progresivamente desquiciado que llega a su cénit en la última media hora, solo que cambiando la mirada contemplativa y el terror biológico por momentos de absurdo sanguinario (la escena con Jesse Plemons como miliciano de gatillo fácil) y, sobre todo, un último tramo que aspira a dejarnos el cerebro hecho puré. Al final, los frutos de tanta carnicería son un titular y una foto de impacto, esos santos griales del oficio. Y aunque, a esas alturas, uno se pregunta si le importan a alguien, al menos podemos consolarnos pensando que no son clickbait.
FICHA TÉCNICA
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Director:
Alex Garland
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Género:
Acción
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País:
Estados Unidos
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Sinopsis:
Estados Unidos está sumido en una cruenta guerra civil. En este caos, un grupo de periodistas y fotógrafos viajarán por carretera a Washington DC. Su misión es llegar antes de que las fuerzas rebeldes asalten la Casa Blanca y derroquen al presidente.
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Guion: Alex Garland
Reparto: Kirsten Dunst, Cailee Spaeny, Wagner Moura, Jesse Plemons
Duración: 109 min.
Veredicto: Garland ajusta cuentas con el periodismo a ritmo de Rocket USA.
Distribuidora: DeAPlaneta
Estreno: 19/4/2024
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