A los trece años, Sydney Sweeney reunió a sus padres en el salón para hablarles de su plan de cinco puntos sobre cómo llegar a ser una estrella de cine. El documento abordaba cualquier circunstancia adversa y, una a una, les hacía frente y las derrotaba. “O, si no, siempre puedo acabar enseñando las tetas”, remató Sweeney en su monólogo para el Saturday Night Live. La actriz, que acaba de estrenar en España Immaculate con Álvaro Morte, lo tenía todo pensado. Y el plan salió bien.
Aunque Zendaya atrajo toda la atención de los espectadores en Euphoria, Sydney Sweeney está pavimentando su propio camino hacia la fama. Frente al encanto enigmático de Zendaya, propio de una actriz de los cuarenta o cincuenta, Sydney Sweeney ha optado por la vía Susan Sarandon. Es decir: hacer alarde de su inteligencia y de su sensualidad, sin que la una vaya en perjuicio de la otra. Sydney Sweeney es una estrella de los ochenta nacida en 1997.
La chica más lista del colegio
Durante su adolescencia, Sydney Sweeney pensó en reducirse los pechos. Su afición por los deportes era difícilmente compatible con aquellas prominencias de las que, ha contado en ocasiones, no se sentía nada orgullosa. Si tomó la decisión de dejarlos tal y como estaban por el bien de su futura carrera o no es algo que, por el momento, ha callado. Una cosa es cierta: Sus pechos la han ayudado. Su talento como actriz, también.
Sweeney se crio en una familia religiosa, que llevaba afincada cinco generaciones en la frontera del estado de Washington. A medida que el público se ha ido acostumbrando a ella, una ola se ha alzado en Internet. En Tik Tok, la etiqueta “Sydney Sweeney es, en realidad, muy lista” tiene cientos de vídeos. Más allá de su paralizante fachada, hay un cerebro agudísimo que Sydney pone en marcha en cada entrevista, promoción o declaración al paso.
De hecho, en su instituto, la actriz era la primera de la clase. Glen Powell, con el que trabajó en Cualquiera menos tú, la definió en The New York Times como una mujer “muy, muy, pero que muy inteligente”. Ella también era la productora de la comedia, al igual que Immaculate. Aunque, por volver al comienzo, ¿qué niño normal de 13 años prepara un plan de cinco puntos para ganarle una discusión a sus padres?
'Euphoria' por Sydney
Tras graduarse con la mayor puntuación posible en el instituto, siendo miembro del equipo de robótica y del club de matemáticas, Sydney Sweeney volvió a por sus fueros. El mundo de la interpretación la esperaba. Entre 2016 y 2019, se dejó ver en varias series, como Pequeñas mentirosas o El cuento de la criada. También fichó por Heridas abiertas, con Amy Adams, y su desenvoltura obligó al director a ampliar su papel, que en principio era breve. Tarantino la incluyó en la tribu Manson en Érase una vez en Hollywood.
Sin embargo, Euphoria fue su gran oportunidad. En la serie, da vida a Cassie, una adolescente con reputación de promiscua en el instituto. Este personaje le dio una nominación a los Emmy y la crítica alabó su capacidad para dar vida, en menos de un año, a una mujer pía y recatada en El cuento de la criada, y a su negativo fotográfico en Euphoria. También se unió a The White Lotus.
Jugando al juego de Hollywood
A diferencia de muchos de sus colegas, Sydney Sweeney sabe perfectamente dónde se encuentra. Y, lo que es más llamativo, no intenta engañar a nadie al respecto. Por eso, tras intervenir en Madame Web, uno de los fiascos superheroicos del pasado año, Sydney Sweeney le confesó a GQ por qué lo había hecho. Al participar en una producción de semejante envergadura, ganaría estatus en Hollywood y podría participar en proyectos que verdaderamente le interesasen. Por ejemplo, el remake de Barbarella que está en camino.
Sweeney también se ha hecho con una productora, que puso en pie la exitosa comedia Cualquiera menos tú e Immaculate. De igual forma, ha sabido bailar con los rumores que habrían enloquecido a otros actores: durante el rodaje de Cualquiera menos tú, se dijo que había tenido un romance con Glen Powell pese a estar prometida. Meses después, en su monólogo para SNL, Sydney le agradeció a su prometido que estuviese entre el público, y las cámaras enfocaron a un perplejo Glen Powell. Desde luego, Sydney Sweeney sabe moverse por Hollywood.
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