Carlos García Miranda: "La gran novela de terror es haber olvidado qué es la sociedad"

  • El escritor homeajea a Stephen King mezclando miedo y tecnología en 'El club de los lectores criminales'.
  • "Vivimos en un mundo donde leer no puede ser una prioridad, pero ningún libro maleduca".
  • "La tecnología tiene un porcentaje de horror: la sensación de compañía cuando hay soledad".
El escritor, guionista y columnista de 20minutos, Carlos García Miranda.
El escritor, guionista y columnista de 20minutos, Carlos García Miranda.
JORGE PARÍS
El escritor, guionista y columnista de 20minutos, Carlos García Miranda.

No rehuye ningún tema. Lógico: es escritor, guionista y columnista de 20minutos. Carlos García Miranda necesita que conocer la sociedad, causa y solución de su oficio. Porque escribir es tener algo de miedo. Y en su próximo libro, El club de los lectores criminales (Cross Books), se cuestiona desde el tecnoterror hasta el paso generacional, sea esto o no un cliché.

La primera pregunta es obligada: ¿por qué homenajear a Stephen King?

Pues porque es el maestro del terror. Todas las novelas que he hecho han sido homenajes a otros libros, películas. Funciono construyendo historias de esa manera, que es algo muy de mi generación. Y al construir esta, que quería que fuera una novela sobre novelas de terror, mi fuente tenía que ser Stephen King. Creo que tiene ochenta y tantos libros del género. Carrie fue de las primera novelas juveniles que leí de forma más adulta e incluso parte de la estructura es similar.

En la propia novela juega con que hay siempre admiradores acérrimos y detractores a mansalva.

No deja indiferente. Pero sucede mucho con el terror: o lo amas o lo odias. Y más en literatura. En las películas está clarísimo: hay quienes acaban en el género porque es casi un evento ver cine así, creando una atmósfera y bajas las persianas, apagas las luces y en la oscuridad, el susto, el abrazo, las risas. Pero en los libros estás tú solo.

El género de terror, en literatura, suele estar denostado, pero en cambio en el cine siempre está de moda.

Sí. Muy pocos autores se atreven con él, Ese debate: ¿qué pasa con el terror? ¿Realmente no tiene su lugar en las librerías? Es cierto que se trata de un género o lleno de tópicos o que lo tiene todo por descubrir. Y es muy fácil caer en el cliché. En cine, ni te cuento, pero en literatura es mucho más evocador. Porque no es igual dos horas para crear la tensión que 300 páginas.. Mantener ese pulso cada capítulo, que te has ido a trabajar, que vuelves, requiere mucho cuidado. Ahí está Stephen King, que en todas sus obras consigue asustar... bueno, no siempre lo consigue [risas].

No se puede salvar de los clichés si lo que hace es un homenaje. ¿Hay que renovarlos?

Exactamente. En el cine el que lo hizo de manera más efectiva fue Kevin Williamson, con Wes Craven, en Scream, que pusieron todos aquellos tópicos en la pantalla, verbalizándolos ante el espectador. Y consiguieron asustar. Las primeras páginas del libro precisamente hablan de eso: esto está lleno de tópicos, sabemos adónde vamos. Lo mejor que podemos hacer es jugar. Una novela de terror puede funcionar como una montaña rusa.

De hecho empieza el libro con una cita de Scream.

Fue una revolución, le dio la vuelta al género, lo volvió autoconsciente. Todos estamos ya muy espabilados, sabemos qué es lo que va a pasar. Pero lo que hizo Scream al decírselo al espectador directamente lo he intentado también en este libro. Eso suena algo pretencioso [risas].

¿Hace falta autocrítica?

Antes hace falta que haya más novela de terror. Y luego ya sí, nos criticaremos. Es un género que está ahora mismo tan desaparecido, que vas a las librerías y están Stephen King, los clásicos y muy pocas novedade. Y en este caso, que es un crossover juvenil-adulto, ni te cuento. Desaparecido. Igual dos títulos. No nos atrevemos a hacer terror puro, siempre lo mezclamos con otros géneros. Supongo que el mercado editorial tiene que hacer esa autocrítica. Y los autores.

Quizá hasta sea cliché que el mercado editorial no apueste por gente nueva.

Es muy complicado hacer una apuesta nueva. Una apuesta segura la van a recuperar. El mercado editorial, creo, por cada dos apuestas seguras, saca una que no lo es tanto y así se sostiene. Un equilibrio.

En su libro hay algo de crítica hacia los booktubers, a las colas masivas en la Feria del Libro. ¿Resignación, quizás?

Debería haber un conocimiento del mecanismo editorial que requieren ciertos superventas en la Feria del Libro para que otros autores menos famosos puedan publicar. Sacar un libro es muy laborioso y todos soñamos con tener después colas que reconozcan nuestro trabajo. No siempre se consigue.

¿Se consigue si tienes seguidores?

Tampoco. Yo he estado al lado de famosos a los que iban a darles dos besos y hacerse una foto. El libro no se lo llevaban. En cualquier caso, hay espacio para todos. Los lectores de unos y de otros son diferentes, ni mejores ni peores. Es raro que el lector del libro del famoso le esté robando lectores a una última novedad. No se roban lectores. Todos esos fenómenos editoriales son necesarios porque el mercado ha sufrido un golpe muy duro en la última década: la piratería, los teléfonos móviles, una sociedad en la que leer ya no puede ser una prioridad. Y se venden menos libros. Aunque paradójicamente se publican muchos más.

¿Se educa al lector?

No sé si educas al lector. Hay muchos gustos y muchos tipos de lectores. Y todos merecen su respeto. Ningún libro maleduca al lector. El mero acto de leer ya es tiempo bien invertido.

Es curioso que todo empiece por un intento de venganza ante un acoso sexual de profesor a alumna.

El #MeToo, ¿no? No era la intención. En el terror las mejores protagonistas suelen ser mujeres, las scream queen, y parte de los motivos de los asesinos suelen ser sexuales. El sexo siempre está presente en una novela de terror, en la atmósfera. Sea porque se practica o lo contrario. Y lo que eso conlleva. Me parecía un buen detonante el incluir un acoso sexual porque además está en la sociedad y eso sí es realmente acongojante. Los terrores reales.

Cintas como It follows, han subvertido el tema del sexo desde dentro.

Es muy complicado. Pocos salen con vida de ese intento. He intentado no meterme en ese berenjenal. Es un tema que está tan a fuego que superarlo es muy difícil. ¿Qué ejemplos hay? El cliché que decíamos. La virginidad sobrevive; si transgreden la norma, mueren. Siempre hay ese subtexto en el terror.

Hablando de una sociedad religiosa.

Claro, claro.

¿Y de qué forma se unen o se desvinculan terror y religión?

¡Puf! [Risas] Supongo que el género de terror siempre han sido advertencias, avisos de "si haces esto, acabarás mal". Ahí está Caperucita: si vas al bosque sola, igual te come el lobo. El folclore popular. Teniendo en cuenta que tenemos una historia tan ligada a la religión, creo que esta ha utilizado algunos de estos cuentos para enlazar sus mensajes.

¿La religión no es algo terrorífico?

No. Desde luego hay cosas terroríficas en la Iglesia, como son los abusos sexuales, pero no diría que la religión sea terrorífica.

Su novela la protagonizan adolescentes de hoy. Lo del cambio generacional...

Yo escribo como adulto que soy y como adolescente que fui. Escribo desde la nostalgia. Trato de darle a adolescentes mi generación un nuevo entorno más digital y contemporáneo. Y no creo que haya tantas diferencias entre una generación y la siguiente porque los conflictos siguen siendo los mismos. La adolescencia va de descubrir qué voy a ser. La dudas siempre son quién soy, a dónde voy y con quién quiero ir. Eso ocurre siendo un adoelscente en los noventa como lo fui yo o siendo de la generación millenial.

La generación Z en tu libro.

Obviamente el mundo ha cambiado y los medios que tienes a tu alcance son diferentes. A lo mejor yo tenía Messenger y ahora es WhatsApp, pero siguen siendo las mismas preguntas.

No hemos cambiado tanto.

Esto depende del contexto. Los adolescentes siguen teniendo la parte estupenda del ímpetu por rebelarse y yo recuerdo que éramos muy parecidos. Lo que pasa es que ahora hay Twitter para contar que estás cabreado y que vas a tratar cambiar el mundo. Que es uno de los principios de la adolescencia o debería serlo. Ahora hay más voz. Antes tenías que esperar a hacerte mayor para conseguir esa altavoz. Y ahora lo puedes tener mucho antes. Eso ha cambiado, pero la adolescencia sigue y debe seguir siendo reivindicativa.

Pero si se ha sido joven y se comprende esa rebelión, ¿por qué no se atiende, no se respeta o se menosprecian las ideas de los adolescentes de hoy?

¡Buf! A ver... Yo critiqué el mariconez, por ejemplo [Risas]. No creo que se trate de no respetarlo. Según cumplimos años nos vamos haciendo más conscientes de la realidad de las ideas con las que hemos ido creciendo. Hay veces que esas ideas estaban equivocadas y hay veces que estaban acertadas. Lo que sí suele ocurrir es que son más moderadas. Porque la vida te convierte. Que haya un menosprecio, no lo creo para nada. En ocasiones falta llegar a un acuerdo. Las cosas hay que hacerlas conjuntamente las generaciones, con respeto desde un lado y desde el otro. Todo se hace muchísimo mejor si nos mezclamos, pero si vamos por separado...

Entonces, ¿qué teme una generación de la siguiente?

Que le destruyan los cimientos o que no le dejen construir el edificio sobre esos cimientos, porque los cimientos no suelen ser suyos. Vivimos en una época en la que la juventud se premia por encima de la experiencia, sobre todo en lo laboral. [Risas] ¿No lo ves, no? Yo creo que sí, creo que entre alguien de 45 años y otro de 25, nos quedamos con el de 25. También estoy hablando desde donde yo lo veo, una generación anterior a la tuya, que también lo hemos tenido muy jodido. La crisis nos pilló justo cuando estábamos tomando decisiones, en el momento de dejar de ser becarios. Estábamos empezando a construirnos en una realidad laboral más estable y de repente nos enviaron de nuevo a la casilla de salida. Ahí hubo que volver a esa posición. Tenemos mucho en común nuestras generaciones.

Su novela la protagoniza aquella que se ha criado desde un comienzo con las redes sociales. ¿Buscaba romper el estereotipo?

Sí. Ahora cuando construyes una historia, no puedes obviar la realidad. Por ejemplo, yo fui guionista de la serie El internado. Con redes sociales, la serie no hubiera sido. En seguida alguien preguntaría "¿Dónde están los malos?", miraría una story y ya está. Para construir género de terror sin redes sociales tienes que irte a otra época. Y luego hay una parte que me gusta explorar un nuevo lugar que es el tecnoterror, como lo que hace Black Mirror. Hasta dónde nos pueden llevar las tecnologías, que los asesinos nos puedan acosar a través de Internet y de forma pública y la gente piense que es una broma, que es lo que ocurre en parte en el libro. Creo que las redes sociales tienen mucho de positivo, pero hay un porcentaje de horror: la sensación de compañía cuando en realidad hay soledad. Creo que las novelas de terror deben hablar de los terrores de su tiempo.

¿El terror es un espejo de la sociedad?

Claro que sí. No es casualidad que La profecía hablara de un niño poseído y haya referencias a la Casa Blanca al final y la llegada de Nixon. O ahora mismo, el revival del género zombi llega cuando la crisis, hablando de la voracidad del capitalismo. O la moda de los payasos asesinos en 2016 que coincide con la llegada de Trump al poder. El terror es la Casa Blanca [risas]. Pero a día de hoy creo que la sociedad teme la tecnología.

La ambienta en la Complutense. ¿La Rey Juan Carlos era mucho lío?

[Risas] Bueno, es que ahora mismo la Rey Juan Carlos tiene sus cosas terroríficas. Pero como escenario, en la Complutense hay mucha más niebla. Son edificios antiguos, una universidad con historia, está aislada, llena de senderos. Un escenario estupendo, hasta las farolas parece que dan menos luz y siempre hace un grado menos. Pero vamos, que en la Rey Juan Carlos también ocurre cada cosa...

¿Cuál cree que es el cliffhanger de la cultura de hoy?

¡Ostras! El que tú lo puedes hacer. Ese famoso Do it yourself. Se ha vuelto mainstream y todos creemos que lo podemos hacer, que podemos conseguir desarrollar un producto cultural. Esto es bueno, pero tiene una parte negativa: no todo el mundo puede y no pasa nada. No eres mejor ni peor persona.

¿La realidad siempre supera a la ficción?

Ayer vi una película y me decía que hemos conseguido que los nazis y lo que ocurrió parezca ficción. Cuando algo da pavor en la realidad lo convertimos. Es la base de la construcción de los mitos: se desdibuja la realidad hasta dotarla de ficción y al final no puedes creer que ocurriera. Se nos olvida que puede ser peor. Y de eso tienen culpa libros, películas, medios y, desde luego, la mente humana, que tiende al olvido.

¿Con qué tema de la actualidad real se podría hacer la mejor novela de terror?

Con Donald Trump. Estoy un poco obsesionado con él: me parece lo más terrorífico que nos ha ocurrido en mucho tiempo.

No mata directamente.

Deporta, pone muros, la gente que insulta, el odio que despierta su ultraderecha, a la que están llamando ahora neopopulismo, el alt-right: si tiramos de esos hilos a lo mejor sí que hay muertes en los extremos. A mí me parece aterrador: gran parte del mundo depende de lo que ocurra en EE UU y está habiendo una especie de contagio. Y mundialmente va a pasar factura.

¿El payaso de nuestro tiempo es el odio?

Antiguamente, el motivo de los asesinos en el género era la venganza, y detrás el odio, pero ahora  es el poder. No tenerlo genera el odio. Cuando hablamos de cómo hemos llegado hasta esta situación de Trump y sus colegas, como en Brasil Bolsonaro, lo que hay es miedo a quedarte sin nada. Y no me importa el que tengo al lado. La gran novela de terror es que hemos olvidado qué es la sociedad. Se están repitiendo clichés malos y de los que no se parodian, porque si los parodias a lo mejor acabas en la cárcel.

Columnista, guionista y escritor, ¿con qué se quedas?

Con todo porque tengo que pagar el alquiler, que me lo han subido [Risas]. No son excluyentes.

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