La planta cuenta con un fruto tipo eterio de 10-17 milímetros, generalmente de un rojo intenso y brillante en la madurez, según ha especificado la Junta en una nota, en la que detalla que el nombre 'vesca' procede del latín y significa 'comestible', en clara referencia al fruto. La fresa es en realidad un engrosamiento del receptáculo de la flor, siendo los puntitos que hay sobre ella los auténticos frutos -aquenios- de un milímetro de diámetro, de color rojo, dulce y aromático.
La fresa silvestre se consume desde la prehistoria y fue conocida de griegos y romanos. A partir del siglo XIV empezó a cultivarse, obteniéndose frutos de mayor tamaño y menor acritud. Sin embargo, las fresas silvestres son de menor tamaño que las cultivadas
pero su sabor y aroma son más agridulces.
Al ser fuente excepcional de vitamina C, rica en taninos, se utiliza como astringente. La decocción de sus hojas se emplea para la anemia y afecciones hepáticas. Se cuenta que el naturalista sueco Linneo se curó de la gota con un tratamiento a base de té de fresa salvaje.
Esta planta crece de forma natural en sotobosques de algunas zonas frescas, entre los 200 y 1.500 metros de altitud aproximadamente. Prefiere suelos húmedos, bien drenados, ricos en nutrientes y requiere sol pero no en exceso.
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