La generación nacida entre finales de los 90 y los 2000 (quienes a día de hoy son menores de 20 años) se caracteriza por su falta de entusiasmo y esperanza en el futuro, una adicción a los smartphones y evitan los riesgos. Así concluye un estudio realizado por la agencia de publicidad británica M&C Saatchi en colaboración con la compañía de investigación The Source.

La agencia encargó un estudio de mercado global que definiera la forma de entender el mundo, las actitudes y los comportamientos que definen a la llamada Generación Post-Millennial. Como conclusión, estos jóvenes son pesimistas, ansiosos, reacios a asumir riesgos y no se permiten soñar a lo grande.

Pero, ¿quiénes son la Generación Post-Millennial? Aquellas personas que han nacido a finales de la década de 1990 y principios de los 2000, nativos digitales para los que internet ha existido siempre, que han crecido tras el atentado del 11 de septiembre en Estados Unidos (por lo que no conocen una época sin terrorismo) y que han vivido los efecto de la peor crisis financiera desde la Gran Depresión de los años 30.

El estudio socio-demográfico concluye que los jóvenes se han visto moldeados por tres factores clave: la omnipresencia de las redes sociales, la convulsión geopolítica y la recesión económica mundial.

Para dicha generación, el aspecto es lo que importa, necesitan mantenerse activos en las redes sociales y compartir lo que hacen en todo momento con el resto. Según el estudio, la interacción constante en Whatsapp les permite estar conectados con sus amigos y restan importancia a quedar con estos en persona.

Los Post-Millennial no pueden escapar de las noticias, ya que su presencia es constante en internet, aunque no llevan a cabo una reflexión profunda ni un análisis de lo que ven. Se han criado en un ambiente negativo, con una fuerte presencia del terrorismo, el cambio climático y la reciente amenaza de una guerra nuclear.

En cuanto a la política, los adolescentes pertenecientes a este grupo sienten una gran aversión por los temas en debate. Están perdidos en la oferta política porque no encuentran ningún partido o idea que los unifique y por la que puedan luchar como un grupo, como han podido hacer otras generaciones. Como resultado, abanderan movimientos que les afectan de forma individual.

Es detacable que, según los dato obtenidos, el 71% considera importante encontrar un trabajo estable lo antes posible, el 66% votaría en las elecciones si lo pudiesen hacer a través de Internet y el el 44% admite que sería más probable que votasen si se lo recordasen con un mensaje de texto ese día.

El feminismo, la igualdad entre sexos y razas, es algo lógico para estos, quienes ven la desigualdad social como un sinsentido.

Al crecer tras la crisis económica, son conscientes de la menor oferta de empleos a su alrededor, por lo que no cuentan con encontrar facilmente un trabajo estable ni independizarse. Además, saben que el precio de la vivienda es muy superior a lo que se podrían permitir, conocen el riesgo latente que rodea al futuro de sus pensiones.

Como consecuencia, ya no confían en el método que tradicionalmente garantizaba el éxito: estudiar hasta llegar a la universidad y lograr un buen trabajo. Por ello, son más competitivos, sueñan con logros pequeños y están perdiendo el entusiasmo por aprender.

La sobreprotección y los horrores que ven en el mundo que les rodea han creado una generación de personas de edad media que, en realidad, se comportan y viven como adolescentes, los llamados middle-aged teenagers.

Así son los Post-Millennial, una generación que no ha llegado a la veintena y se comporta como un adulto atormentado en exceso por su futuro.