El terror de 'Frankenstein' llega al teatro

  • Raúl Peña, protagonista de la obra, habla sobre su papel.
  • Mira el vídeo del espeluznante monstruo de Frankenstein.

Raúl nos atiende un día antes del gran estreno de Frankestein, una revisión del inmortal clásico de Mary Shelley dirigida por Gustavo Tambascio que se estrena este miércoles en los Teatros del Canal. Un papel principal, el de Víctor Frankenstein, para un joven actor de dilatada experiencia y mirada seductora.

El montaje huye de las versiones cinematográficas de Frankestein para recoger la esencia de la novela de Mary Shelley ¿Con qué se va a encontrar el espectador?

Más que huir de ellas las amplía. En esta versión, que es más fiel a la novela, la criatura no termina siendo un monstruo terrorífico sino un ser racional, sensible y muchísimo más inteligente que su creador.

Entonces la criatura no será verde ni tendrá tornillos como llevó en su día Boris Karloff.

No tiene nada que ver con Boris Karloff (risas). La criatura estará interpretada por dos actores. Por un lado, Javier Botet (Rec), que es un individuo con una peculiaridad física bastante definida, encarna a la criatura recién nacida, vulnerable y torpe. Por el otro, José Luis Alcedo representa la evolución del monstruo hacia a una bestia inteligente –ha aprendido idiomas y comprendido tratados filosóficos- y agresiva que se ha criado en las montañas.

<p>Frankenstein.</p>El secreto del éxito de esta obra ¿es su atemporalidad?
Sí porque habla, entre otras muchas cosas, de un tema eterno, el miedo a la muerte. Lo paradójico es que la novela se confeccionase en la cabeza de una niña de 19 años, eso lo eleva a una categoría de genio porque no se trata de una obra de terror sino casi de un discurso filosófico.

Frankestein ¿es una historia de amor?

La novela recoge también muchas otras cosas, pero por supuesto que tiene amor. Un amor ciego, obsesivo, incondicional… que permite poder odiar después de haber amado tanto. Cuando eso que tú has creado produce consecuencias adversas como si fuera una bomba atómica es cuando la ciencia adquiere una dimensión de conciencia. Víctor, mi personaje, acabará en un estado emocional muy inestable.

¿Qué tiene en común con Víctor Frankestein?

Estudié físicas hasta cuarto de carrera. Si hubiera tenido un dos por ciento de la genialidad de Víctor no me habría tenido que conformar con ser actor (risas). Lo que hace Víctor ¿Se trata de algo malo o inmoral?

Se trata de un gran hallazgo científico: crear un ser sobrenatural en beneficio de la humanidad. La clonación, manipular la energía nuclear… se hacen también por la humanidad y es su uso el que entra en conflicto con la moralidad. Se trata de una frontera muy delicada en la que creo que el científico no debe tener un juicio moral porque sino el progreso no sería un hecho.

¿Cuál de los dos es el monstruo?

Paradójicamente se tiende a identificar a Frankestein con la criatura. Esto da una pista de que a lo mejor el verdadero monstruo es el doctor. Pero sinceramente, no creo que los haya: lo monstruoso es la envergadura de su creación.

Para preparar un personaje así ¿hay que despojarse de todos los prejuicios?

Eso siempre. A los personajes hay que enfrentarse con un criterio libre y elegir uno de los puntos de vista para luego definirlo, pero de esto último se encarga el director. Lo realmente difícil en el proceso de creación de un personaje así es llevar al escenario toda la complejidad que tiene en su cabeza, aunque el desgaste físico es brutal.

En el montaje escala torres. ¿Tiene un plus de peligrosidad en el contrato?

Sí (risas) es una obra de riesgo. Llevamos arneses de seguridad porque trabajamos a diez metros de altura sobre el escenario y también en un foso que tiene dos metros de profundidad.

Repite con el director Gustavo Tambascio tras los tres Mosqueteros. ¿Cómo es trabajar con él?

Una experiencia de caos genial. Tiene una lucidez brillante, unos conocimientos enciclopédicos sobre la vida y con un criterio muy posicionado. Da gusto trabajar con un director que lo tiene todo tan claro en su cabeza.

Antes de salir a escena ¿tiene usted alguna manía?

Nada. Lo único que intento es aplacar mi corazón que late a doscientas revoluciones; me pasa en el estreno y cuando ya llevamos 805 representaciones. El día que no me ponga nervioso al pisar el escenario dejaré esta profesión. Es una profesión es la que se sufre siempre, hasta para recibir un premio.

Ha conseguido una nominación, después de 12 años, a los premios unión de actores. Son muchos años ¿se lleva mal con sus compañeros?

(risas) Espero que no. Lo que sucede es que el reconocimiento de los compañeros, o es inmediato o son trabajos con los que tienes que convencerles durante mucho tiempo de que puedes estar ahí. Es todo un honor.

¿Echará de menos a Hugo de Viana?

Todavía no sé si ha desaparecido pero te aseguro que me pegué una llorera cuando me dijeron que La Señora no seguía. Sentí que moría con Hugo de Viana, que habían matado una parte de mí. El nivel de compromiso que he adquirido con ese personaje ha sido uno de los mayores de toda mi carrera.

¿Participará en el spin of de La Señora?

Espero que mi personaje sea uno de los afortunados que pueda estar en el nuevo proyecto.

Sus son padres son pintores, pero en cambio usted decidió guiar sus pasos hacia la interpretación.

No recuerdo por qué surgió ni quien me convenció, pero sé que no lo decidí yo. Era un estudiante ejemplar hasta que de repente se me torció la vida y entré en un seminario de interpretación. Cuando me quise dar cuenta estaba trabajando como actor profesional.

¿Qué es lo que menos le gusta de su profesión?

El que a veces me sea tan difícil compaginar mi vida afectiva con lo profesional. Los procesos de creación me abducen de tal manera que en ocasiones me veo obligado a desconectar del mundo que me rodea. Es un handicap que tengo que superar.

Cuando se pone su nombre en google salen millones de resultados ¿lee todo lo que se publica de usted por la red?

No, me volvería loco. Me he prohibido a mí mismo todo ese mundo aunque de vez en cuando sí que es cierto que pongo mi nombre para curiosear.

De Facebook ni hablamos ¿no?

Tendrá mucha utilidad pero yo estoy intentado evitarlo. Me parece una de las armas más peligrosas de la era de la comunicación y creo que no somos conscientes de ello. Soy una persona que necesito mi privacidad porque sin ella estoy perdido y en Facebook hay quien expresa constantemente tu estado de ánimo, con quien anda, donde está… me parece atroz.

¿Qué es lo que peor lleva de la fama?

Hay momentos en los que es fantástico recibir el calor de una persona que va por la calle por ese reconocimiento a tu trabajo. En cambio otras, es incómodo porque a lo mejor te apetece salir en zapatillas y estar solo, pero no puedes.

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