El ruido de las obras nocturnas interrumpe el descanso en Centro

Los hoteleros reciben numerosas quejas de sus clientes, porque la contaminación acústica impide conciliar el sueño
Los miles de ciudadanos que viven en los muchos  barrios afectados por las obras del Metro en la capital cada vez tienen más difícil conciliar el sueño. Al molesto ruido que tienen que aguantar durante todo el día se le suma ahora el ajetreo de las máquinas durante el horario nocturno, en el que también trabajan para apurar las obras.
 
Los mayores problemas se concentran en el distrito Centro, en los alrededores de la plaza de Callao, donde la reforma de la línea 3 causa molestias a muchos de los huéspedes de los múltiples hoteles y hostales de la zona.
 
Filtración a la superficie
 
Aunque las obras nocturnas son subterráneas, el ruido se filtra hacia la superficie y alcanza tal intensidad que muchos clientes de estos establecimientos se ven obligados incluso a solicitar el cambio de habitación, como ya ha ocurrido en varias ocasiones en el Tryp Rex, en Gran Vía.
 
Rodolfo Casante, encargado del hostal Excelsior, también en la Gran Vía, asegura que, «con el calor, la gente abre las ventanas y echarse la siesta es imposible». Además, las vallas de las obras «echan para atrás a muchos clientes y no entran en nuestro local», destaca Casante.
 
Un poco más arriba, en el hostal Ateneo de la calle Montera, «los clientes han presentado algunas quejas por las obras que se hacen en la calle Aduana», asegura su responsable.
 
En algunos hostales de los alrededores de la plaza de Antón Martín, afectada también por las obras, achacan el ruido al intenso tráfico existente en la zona al permanecer cortado un carril.
 
¿No puedes dormir a causa del ruido de las obras?
 
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«Lo oía desde un octavo piso»
 
«Oía el ruido de las taladradoras perfectamente, y eso que estaba en una habitación del octavo piso», recuerda M. L., de 28 años, una clienta del hotel Tryp Rex, en plena Gran Vía, que se vio obligada a pedir el cambio de habitación en mitad de la noche. «Era imposible, no podía dormir ni con la ventana cerrada», relata. La experiencia fue tan desagradable que a la mañana siguiente interrumpió su estancia en el establecimiento y se trasladó con sus maletas a otro hotel más protegido de los ruidos.
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