Había ganas de estar juntos. Como quienes están atravesando una tormenta y buscan el abrazo, la mirada, la sonrisa conocida para darse calor. Ganas de sentirse cerca y un fondo de tristeza. Quedar a comer, esa cita tan habitual en nuestras vidas, se convertía de repente en un acontecimiento extraordinario. Sí, quedamos a comer, en la Plaza Mayor de Madrid. Serrat, Iñaki Gabilondo, Wyoming, Xavier Sardá, Joan Herrera, Mercedes Milá, Juan Cruz, Cristina Almeida, Sandra Barneda, Unai Sordo… y muchos más. Presidía la alcaldesa Manuela Carmena. Y habían oficiado de conseguidoras dos mujeres imprescindibles: Rosana Torres y Ángeles Aguilera. Ganas de estar, ganas de verse y de que nos vean.
Nos había convocado la Asociación de Amigos del IV Centenario de la Plaza Mayor, el Gremi de Restauració de Barcelona y la Asociación de Hosteleros de la Plaza Mayor y entorno. Se les ocurrió un día, no hace mucho, que quizás era buena idea empezar a empujar en dirección al encuentro en medio del shock y del desastre. Carlos Sotos puso su restaurante Casa María y allí en la terraza nos ofrecieron un menú cruzado Cataluña-Madrid con un empedrado de garbanzos madrileños con mongetes amb botifarra como plato principal. Mariscal firmaba la ilustración de la tarjeta del menú. Es importante subrayar todos los detalles y todos los nombres porque tienen el mérito de ser los primeros y vendrán más.
¿Cuántas comidas de estas habrá que hacer? Muchas, probablemente, y ampliando la lista. Por debajo del parte diario de declaraciones, plenos, medidas, tribunales y broncas varias, hay un desgarro personal muy evidente que alcanza a gente de carne y hueso en toda España. Los que gritan aquí y allí contra los demás son en realidad muy pocos. Una mayoría asiste perpleja y preocupada a esta crisis y se niega –yo me niego y todos los que estaban alrededor de esa mesa en la Plaza Mayor también– a la ruptura sentimental a la que parecen abocarnos los empeñados en las descalificaciones globales.
Cuando se practica la política de tierra quemada, y los dirigentes del independentismo catalán lo han hecho, la rectificación es un giro argumental muy difícil. Todo el trecho que va de la República catalana que nunca existió a las elecciones autonómicas del 21 de diciembre. Del mandato de ‘un sol poble’ al ‘no tenemos las mayorías necesarias’. Pero aunque el camino será largo y con facturas muy costosas todavía, es importante que cuando por arriba se empiecen a restaurar los puentes, por abajo nos pillen ya practicando, o intentándolo al menos, el entendimiento, el respeto al otro y a su especificidad. Y esto no es un deseo ni buena voluntad, es una necesidad imperiosa. Si algo ha demostrado este viaje a ninguna parte, es precisamente a qué abismo nos lleva lo contrario.
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