MERCEDES GALLIZO. EX-DIRECTORA GENERAL DE INSTITUCIONES PENINTENCIARIAS
OPINIÓN

Twitter: dazibaos en el siglo XXI

Mercedes Gallizo, colaboradora de 20minutos.
Mercedes Gallizo, colaboradora de 20minutos.
JORGE PARÍS
Mercedes Gallizo, colaboradora de 20minutos.

Las redes sociales han revolucionado todo. Incluso el poder. El ejercicio del poder y los límites del poder. Esto parece evidente en lo que se refiere a la comunicación.

La información y la comunicación ya no circulan sólo por el canal de unos medios, más o menos prestigiosos, más o menos poderosos, que en el pasado reciente contaban lo que había sucedido, lo explicaban y lo interpretaban. Como se dice habitualmente, creaban opinión. En el caso de la prensa escrita sobre todo, pero también en otros medios, era casi tan significativo ser lector de tal o cual diario, como votante de tal o cual partido. Bien es cierto que los medios prestigiosos siempre han contado con seguidores no devotos que, aunque la línea de los mimos no se correspondiese con su pensamiento, consideraban imprescindible saber qué decían.

Pero, hoy los medios tienen que compartir su espacio con una red abierta, diversa, contradictoria y mestiza. Han perdido, junto con parte de su prestigio (demasiadas dependencias), el monopolio de transmitir información y, por supuesto, opinión. Las redes y, en particular, Twitter ha roto con la tediosa e irritante fidelidad a aquellos de quienes más te fías, aunque cada vez te fíes menos.

Cada vez son más las personas que, al despertar, se conectan a Twitter para saber qué ha pasado o qué está pasando. Luego ponen la radio, ojean uno o varios periódicos (o las versiones web de los mismos), o conectan la televisión de fondo mientras desayunan. Pero, Twitter, que es simplemente una red en la que personas o grupos ponen un mensaje de 140 caracteres, o incluyen un enlace a una información o una opinión que creen que vale la pena o que quieren criticar, se ha convertido para muchos en el termómetro que nos da la temperatura del día antes de salir a la calle. Los periodistas como cronistas de la realidad siguen siendo imprescindibles, pero las empresas como vehículo y como creadoras de opinión comparten su espacio con otros más abiertos. En la red, además, adivinas al periodista casi libre de sus ataduras empresariales.

Supongo que hay tantas visiones de la red como personas que participan de ella. Cada uno elige a quien sigue. Y si sólo mira o si también interactúa. El menú es tan rico y tan accesible como la diversidad que formamos las personas tomadas una a una. Podemos aprender mucho de nosotros mismos si nos abrimos a una mirada plural sobre las cosas.

Esa ojeada matinal o vespertina, conforma nuestras opiniones algo que, en el siglo pasado, era patrimonio de los editorialistas de los periódicos. La suma de todo lo que te interesa (no siempre son personas con las que estás de acuerdo, sino personas cuya opinión te interesa), compone mejor el propio criterio. Puedes mezclar, elegir a quien quieres seguir, sin que te engañes ni te engañen y sumar intereses diversos: políticos, escritores, analistas, personas de profesiones corrientes con una visión lúcida sobre las cosas, medios de comunicación y, sobre todo, periodistas, los reyes de twitter... Por eso y por la inmediatez con que te permite ponerte al día de cuanto sucede, tiene semejante éxito. Porque no es un chat de colegas o de conmilitones, a veces tan poco estimulantes. Ya sé que hay muchos que no lo ven así y lo consumen y lo usan como un chat de propaganda política para los suyos. Y nos llenan el ordenador o el móvil de aburridas consignas. O de autobombo. Como si no nos diésemos cuenta... Ellos se lo pierden.

Y, lo mejor, permite emitir opiniones a todos por igual. Criticar lo que no gusta. Ensalzar lo que se hace bien. O compartir informaciones u opiniones de otros. Así, resulta que personas desconocidas a veces pueden ser tan influentes como quienes se jactan de quitar y poner ministros. Porque son críticos, ingeniosos, mordaces, coherentes. Porque ponen el dedo en la llaga o porque su mirada resulta estimulante. Hay muchas personas interesantes en el mundo, cuya existencia ni siquiera adivinábamos y que ahora son parte de nuestra cotidianeidad.

Twitter no puede sustituir a los medios tradicionales porque, en buena medida, se nutre de ellos, pero democratiza la información extraordinariamente.

Pequeños carteles (dazibaos) de 140 caracteres, como los que los opositores al régimen de Franco hacíamos a mano en los 70 (entonces más largos porque la realidad era demasiado dura y nosotros demasiado intensos...), y colocábamos clandestinamente en las paredes de la facultad o en las paradas de autobús de los barrios denunciando lo que pasaba, indignándonos por tal o cual medida o haciendo propaganda cada uno de nuestras ideas, o de nuestros partidos, o convocándonos a apoyar causas comunes.

Sabemos que las redes son territorio en el que también anida el abuso, la maledicencia, el insulto, la calumnia, la intimidación incluso. Que se abusa del anonimato para gamberrear o para tratar de hacer daño. Que la libertad produce sus propios monstruos. La libertad tiene su límite en la libertad de los demás y en el respeto. Y conviene fijar esos límites y asegurarlos y tomar medidas para proteger la libertad de todos. Pero, quienes creíamos hace 40 años que no hay democracia sin libertad de prensa, hoy disfrutamos como niños colgando dazibaos en twitter y leyendo los que otros cuelgan.

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