CÉSAR JAVIER PALACIOS. PERIODISTA EXPERTO EN MEDIO AMBIENTE
OPINIÓN

El ébola de los olivos amenaza nuestro aceite

César Javier Palacios, colaborador del 20minutos.
César Javier Palacios, colaborador del 20minutos.
JORGE PARÍS
César Javier Palacios, colaborador del 20minutos.

Suena terrible y lo es. Los campos de olivos españoles están amenazados de muerte por culpa de una bacteria de incierto origen y espantosa malignidad. Apareció hace apenas tres años en el sur de Italia, donde en tan escaso tiempo es responsable de la muerte de más de medio millón de árboles. Luego saltó a Córcega y de ahí a la Costa Azul francesa. La teníamos encima, pero las medidas adoptadas por el Gobierno español para impedir su avance han resultado inútiles. Acaba de llegar a Baleares y ya está sembrando de muerte Mallorca, Menorca e Ibiza. Su llegada a Andalucía o Cataluña es inminente.

Lo llaman Ébola pero no tiene nada que ver con el temible virus africano. Sólo afecta a los árboles y la provoca una bacteria denominada Xylella fastifiosa. Corre imparable por el Mediterráneo a lomos de una pequeña chicharra, insecto infectado con ella que involuntariamente contamina la planta cuando clava su larga trompa especializada en la extracción de savia. Cada picotazo inocula una pequeña cantidad de los letales microorganismos, que en muy poco tiempo forman grandes colonias en los tejidos conductores hasta acabar tupiéndolos cual cañería atascada. Terminan provocando una trombosis vegetal. Y los ahoga poco a poco hasta secarlos. No existe un tratamiento eficaz para impedirlo. Tan sólo talar los ejemplares infectados con la esperanza de que el insecto vector, esa triste chicharra, desaparezca de la zona y con ella también desaparezca la epidemia.

Oigo hablar de talar árboles y siento escalofríos. Me acuerdo de esos olivos centenarios de la Sierra de la Tramontana en Mallorca, ahora mismo amenazados de muerte. Especialmente de la olivera de Cort, muchas veces centenaria, símbolo vegetal del arraigo de los mallorquines por su tierra. Nació en Pollença, pero en 1989 fue arrancada y trasladada a la plaza del Ayuntamiento de Palma, donde se ha convertido en importante atracción turística. Ahora está en peligro. Como lo está el gigantesco Lo Parot (gran padre) de Horta de Sant Joan, en Tarragona. O los más de 5.000 olivos milenarios del Maestrazgo. Todos amenazados por las miasmas de una pequeña cigarra, cantarina y poco trabajadora según criticó la fábula de Esopo.

La plaga amenaza al aceite de oliva en su momento más delicado. Este año la cosecha ha sido muy escasa y el consumo se está disparando ya no sólo en España, primer exportador mundial, sino incluso en China. Los precios del litro en origen rondan ya los 4 euros y es probable que acabemos pagando más de 5 euros. La epidemia puede convertir el aceite de oliva en un producto de lujo.

¿Se acuerdan de la grafiosis de los olmos? Fue una plaga muy semejante. El cómplice era un pequeño escarabajo y el asesino un hongo. También provoca una trombosis mortal a los árboles. De esos olmos viejos cantados por Antonio Machado no ha quedado ni uno vivo. El ‘Pantalones’ del Real Jardín Botánico de Madrid, 225 años, heroico superviviente, afrontará esta primavera la que probablemente sea la última para él.

¿Se acuerdan del picudo rojo? En este caso el escarabajo no necesita bacterias ni hongos. Él sólo está devorando nuestros palmerales, incluido el de Elche, sin que nada podamos hacer para impedirlo por no haberlo intentado cuando aparecieron los primeros focos. Antes hubiera sido fácil. Ahora es imposible.

El caso de la Xylella puede ser aún peor, pues además de olivos mata todo tipo de árboles. En Mallorca ha secado 12.000 hectáreas de almendros. Se sospecha que también puede ser muy virulenta con los cítricos (nuestras naranjas), los frutales de hueso (nuestras cerezas) y las vides (nuestro vino). La preocupación es grande. No sólo nos jugamos la economía. Está en peligro un paisaje y una cultura única. Todo por lo de siempre. La falta de controles sanitarios con las plantas que movemos por este mundo global. No hay responsables. Aceituneros altivos, decidme en el alma, ¿quién mató a los olivos?

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