Dalai Lama: El sueño del retorno al Tíbet de un líder mediático y venerado en casi todo el mundo

El Dalali Lama, durante una ceremonia religiosa.
El Dalali Lama, durante una ceremonia religiosa.
STRINGER / REUTERS
El Dalali Lama, durante una ceremonia religiosa.

Mediático en Occidente y venerado por tibetanos y budistas, el Dalai Lama anunció este jueves que cederá el poder político a un líder "libremente elegido" por su pueblo, tras más de seis décadas al frente del budismo y de la lucha por Tíbet.

La decisión puede suponer el fin de la teocracia que continúa guiando a los tibetanos en el exilio, porque el Dalai Lama es reconocido como la reencarnación de un lama anterior y concentraba en su figura los poderes político y religioso.

El líder budista tuvo que exiliarse en la India en el año 1959, huyendo de la ocupación china de Tíbet, y desde entonces ha centrado su tarea y la del Gobierno tibetano en el exilio en gestar su vuelta al poder en la región himaláyica.

En los últimos meses, el Dalai Lama, premiado con el Nobel de la Paz en 1989, ha insistido de hecho desde su residencia, en la ciudad de Dharamsala, en que su sucesor debe nacer y recibir preparación religiosa en un ambiente libre y fuera de China.

Los Himalayas indios estaban probablemente lejos de la mente del niño Tensing Gyatso, nacido el 6 de julio de 1935 en Taktser, Amdo, en el Tíbet oriental, en una familia modesta de campesinos y con el nombre primero de Lhamo Dondhup. El destino -y el nombre- de Dondhup cambió para siempre a los dos años de edad, cuando fue reconocido como la reencarnación del fallecido Thubten Gyatso, el decimotercer dalái lama.

Recibió desde entonces una educación centrada en la meditación budista, el estudio de la religión y la filosofía, un período en el que llegó a tener como tutor a un alpinista y aventurero austríaco, Heinrich Harrer, a quien conoció en 1946.

A los 23 años logró ser nombrado Geshe Lharampa, una especie de doctorado en filosofía budista, pero su responsabilidad como cabeza espiritual de Tíbet se completó en noviembre de 1950, dos meses después de la entrada en Lhasa de las tropas chinas.

Reunión con Mao y "genocidio cultural"

Gyatso asumió el poder político, y llegó a reunirse a mediados de la década con Mao Zedong, pero la dura represión desatada por China contra el levantamiento popular de Lhasa en 1959 le forzó a abandonar el país el 10 de marzo de ese año.

A la cabeza de una larga caravana de tibetanos que atravesó a pie los Himalayas, el Dalai Lama se instaló y formó un Gobierno en Dharamsala, y tuvo el acierto de lanzarse a recorrer el mundo en busca de apoyo internacional para los derechos de su pueblo.

El Dalai Lama acusa a Pekín de "genocidio cultural" en el Tíbet, y de mantener a miles de presos políticos tibetanos, así como incumplir unos acuerdos de 1951 que aseguraban la autonomía local y el mantenimiento de las condiciones sociopolíticas del territorio.

En la actualidad, sin embargo, el líder tibetano se contenta con arrancar de China la creación de un gobierno democrático autónomo asociado a la República Popular, y ha dado su visto bueno a la celebración de conversaciones bilaterales.

"El demonio del país"

Sus interlocutores chinos, en cambio, no dejan de expresar malestar sobre las visitas al extranjero del líder tibetano, y no han ahorrado calificativos para criticar una labor que, consideran, amenaza la unidad de China.

Ha llegado a ser calificado como el principal "demonio" del país, y fue de hecho acusado de auspiciar los disturbios ocurridos en marzo de 2008 en Lhasa, los más graves desde la represión de la revuelta que le llevó al exilio.

Las protestas suscitaron una ola de simpatía internacional, pero a la vez condujeron a una reflexión interna en el seno de su movimiento en el exilio, en parte porque el dalái lama siempre ha abogado por una lucha no violenta, lo que le valió el Nobel.

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