Las pruebas realizadas por el Instituto Nacional de Toxicología a los diez cadáveres exhumados después de conocerse los crímenes del celador de Olot no aportan datos concluyentes sobre las causas de la muerte de estos ancianos, fallecidos entre agosto de 2009 y agosto de 2010.

En la mayoría de los casos la conclusión del laboratorio es que no se han detectado "cambios histopológicos" que evidencien indicios de criminalidad, o bien que las muestras estaban demasiado deterioradas para llegar a alguna conclusión definitiva.

Según el informe que se ha hecho llegar al juzgado de Olot que investiga el caso, solamente en dos de los diez cuerpos existe algún indicio de alteración en el estómago.

Por ello, aunque no afirman nada rotundamente, "no puede excluirse absolutamente la presencia de cambios de necrosis y hemorragia en la mucosa gástrica".

Da la casualidad que uno de estos dos cuerpos dónde en principio si hay indicios, es el de una mujer a la que el asesino confeso, Joan Vila, negó haber matado.

En los demás casos, el diagnóstico y conclusión de los análisis apuntan que "las muestras recibidas se hallan en un avanzado estado de autolisis y putrefacción, lo que dificulta la identificación de las mismas y la valoración de posible patología subyacente".

El Instituto también ha enviado diferentes informes sobre muestras para detectar drogas, barbitúricos o tóxicos, pero de momento, el resultado en todos los casos investigados ha sido negativo.

A parte de los análisis del Instituto Nacional de Toxicología, el juez encargado del caso, pidió que los cuerpos también fueran examinados por el Instituto de Medicina Legal de Catalunya (IMLC). Éste último todavía no ha enviado ningún resultado al juzgado.

Joan Vila confesó, en su última declaración, que había "ayudado a morir" a once ancianos.