Conocieron tiempos de esplendor, pero ahora sobreviven a duras penas amenazados por la degradación ante la desidia de sus propietarios (particulares o administraciones públicas). Son los siete pasajes que subsisten en la capital y que a su función de zona comercial dinamizadora de los barrios unían la de ser atajos entre una calle y su trasera. Pero aquello acabó, porque ahora, por allí no pasa casi nadie.

Lo sabe bien Eugenio Monge, el único inquilino del pasaje más emblemático de la ciudad, ubicado en Fuencarral 77, y que conecta a quienes lo transitan con la Corredera Alta de San Pablo. "Cada vez pasa menos gente, nadie entiende que esté así, en una calle tan céntrica y donde llegamos a ser 15 locales", se queja el propietario del único negocio que sigue en pie: la relojería Monge, que comenzó a despachar joyas hace 28 años.

Pero los dueños del inmueble, que pertenece a la Tesorería General de la Seguridad Social, se limitan a sentenciar su futuro inmediato: "Ahora mismo no hay ningún proyecto de rehabilitación a la vista", confirmaron a 20 minutos fuentes del Ministerio.

Donde sí hay una idea en marcha es para uno de los dos pasajes que jalonan la calle Montera, concretamente para el número 24 (de propiedad municipal). El Ayuntamiento de Madrid, según confirmó a este diario, prevé construir en él un hotel, que tendrá salida a la calle Aduana, con la que conecta. Hasta entonces seguirá siendo frecuente "ver a gente orinando o a mujeres ejerciendo la prostitución", coinciden en señalar desde varias asociaciones vecinales de Centro, que creen que el distrito ganaría mucho si se "revitalizaran" de nuevo estos corredores. Con un poco de suerte, podrá parecerse al de Montera, 33, atajo natural para salir a Tres Cruces.

De la misma opinión que los vecinos es la decana del colegio de arquitectos de Madrid, Paloma Sobrini, que tiene claros los pros y los contras de este modelo urbanístico, cuya mejor expresión es el entramado de Azca.

"Si los pasajes caen en desuso se convierten en focos de marginalidad, se deterioran y degradan. Entonces ya es prácticamente imposible recuperarlos", explica. Por el contrario, la decana asegura que si se actúa a tiempo, "se pueden peatonalizar y dar vida a esas zonas, aprovechando que en verano son muy frescas y se podrían poner terrazas".

Solución hay también para otro de los pasajes que se erige en pleno barrio de Salamanca, en Colón, y que en su día funcionó como cine, el Carlos III. Sus propietarios van a convertirlo en un centro comercial que conectará la calle Goya con su trasera, la de Hermosilla.

Quienes no tienen un futuro tan prometedor son los comercios que perduran en otro pasaje mítico: la Gran Galería de San Bernardo, que conecta esa calle con la de Santo Domingo. Como le ocurre también al pasaje que conecta la transitada calle Carretas con la de la Paz, a la altura del número 12. Y no muy lejos de aquí, en Arenal, 8, el pasaje sobrevive como puede tratando de atraer el mayor número posible de clientes. Si pasa por allí recuerde que puede salir directamente al eje comercial de la calle Tetuán.

Lo que más preocupa a los vecinos a la hora de atravesar estos corredores es la "inseguridad" que se respira a partir de determinadas horas, ya que tampoco están "bien iluminados". Aunque algunos de ellos tienen cancelas y cierran al público el pasadizo (como en Fuencarral), otros muchos permanecen abiertos de forma permanente.