La descabellada idea se le ocurrió a Roberto Pereira da Silva, alcalde de Biritiba-Mirim, municipio de 28.000 habitantes cercano a Sao Paulo, y el proyecto será sometido a votación por el Concejo Municipal la próxima semana, según el diario Folha de Sao Paulo.
La historia, que parece sacada de Las intermitencias de la muerte, última novela del Premio Nobel de Literatura José Saramago, en la cual la muerte decide un buen día jubilarse, tiene una justificación, según el alcalde.
De acuerdo con Pereira da Silva, el objetivo de la medida es llamar la atención de las autoridades nacionales y regionales, pues en el cementerio municipal, que fue construido en 1910, están enterradas cerca de 50.000 personas y ya no cabe un cuerpo más.
El municipio tampoco puede construir un cementerio nuevo por cuestiones ambientales, ya que el 89% de su territorio está en una zona de manantiales y el 11% restante pertenece a la Serra do Mar, que también está protegida por la legislación.
Una solución para el déficit de sepulturas sería la construcción de un cementerio vertical pero, según la alcaldía, ese proyecto también depende del visto bueno de las autoridades.
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