Dos años y nueve meses de prisión para el hombre acusado de abusar de la nieta de su pareja

La omisión en el relato de la víctima impide comprobar si sufrió penetración de algún objeto
juicio sobre la violacion de una menor en Santander R
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EP
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La Audiencia de Cantabria ha condenado a C.M. a dos años y nueve meses de prisión por un delito continuado de abusos sexuales hacia la hija de su pareja, y le impone la prohibición de acercarse y comunicar durante siete años y nueve meses con la víctima, a quien deberá indemnizar con 4.000 euros por los daños sufridos.

La pena es inferior a los nueve años de prisión que pedían tanto el Ministerio Fiscal como la acusación particular, ya que no se ha dado por probado que hubiera introducción de dedos en partes íntimas. Estos no se han podido corroborar con los informes médicos, que no apreciaron signos de penetración.

En la sentencia de la Sección Primera, la magistrada María Rivas considera probado que el condenado convivió en 2004 con la víctima, nieta de su pareja sentimental y que tenía nueve años de edad cuando comenzaron los abusos y tocamientos.

Pero el fallo explica que eran necesarias "certezas" sobre que hubieran existido introducción de objetos, pero la declaración de la menor no pudo corroborarlas, lo que se achaca a un deseo de la menor de "evitar la parte más escabrosa de los abusos" y la "vergüenza" que sentía, circunstancia que la Sala admite entender pero que resulta "insuficiente" para apoyar la acusación.

Ya entonces cometió distintos abusos, aprovechando que se quedaba a cargo de la niña mientras sus padres trabajaban. Poco después, C.M., de nacionalidad colombiana, se trasladó de Santoña a Torrelavega, y en su vivienda pasaban fines de semana tanto la menor como sus hermanos, circunstancia bajo la que también se produjeron abusos.

No fue hasta 2007 cuando la niña contó a sus familiares sucedidos, al responderles porqué se negaba a acudir a Torrelavega. Como consecuencia de los abusos sexuales, la víctima tuvo una depresión leve.

La sentencia se apoya en el testimonio de la menor, que ve creíble y verosímil, y descarta que su denuncia se debiera a enemistad o venganza hacia el condenado, con quien mantenía una buena relación y era tratado como si fuera de la familia. Los psicólogos avalaron la credibilidad de este testimonio.

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