"Luis Alfredo, Cristal es tu hermana". Un golpe de música ambiente y esas seis palabras, sobrecogedoras, hiriendo con una verdad a medias al protagonista –un joven Carlos Mata- y a una audiencia masiva y popular. No importó que aquella actriz venezolana de labios gloss tuviera que recitar la frase a la vez que, quizá, salvara su hombrera traviesa de una caída fatal, o que el cambio de plano provocara un salto de raccord y que el micrófono de pértiga arañara su moño cardado. Aquella escena de la serie Cristal supuso la consolidación en 1990 de un fenómeno televisivo que había comenzado tímidamente unos años atrás y que provocó una auténtica hecatombe en las parrillas, mediante dramas zurcidos por la pasión, la venganza, los hijos secretos y amores fatales entre heroínas modestas y ricos galanes.
Para Ignacio Jiménez Gargantilla, director de Adquisición de Programas en TVE, el vigor adictivo del llamado culebrón reside, todavía hoy, en reflejar sentimientos universales en una trama similar a la de los cuentos clásicos: "El amor de los personajes a primera vista, la envidia aderezada con enredo y pasión, así como el tema de la ‘Cenicienta’, aunque esté muy manido, enganchan desde el primer momento". De la misma opinión es Carlos Mata. El célebre protagonista de Cristal confiesa en una entrevista que el tema de "Romeo y Julieta es eterno".
También Nora Mazizotti, experta argentina del género, incide en la importancia que las emociones y la presencia de héroes y villanos tienen en un culebrón, así como los juegos bipolares de imposibles: "La historia debe unir a un rico y a una pobre, a una negra y a un blanco". Los amantes tienen la obligación de ser nobles y buenos; los antagonistas, de ser bajos y crueles. La felicidad, que suele ir acompañada por el triunfo de la virtud, ha de reservarse "para el final".
Violencia, narcos y más sexo
Sin embargo, hoy las cosas no son como antes. Al menos, no del todo. La proliferación de productos de Colombia, por ejemplo, no es una casualidad. "Las telenovelas de Bogotá están de moda porque utilizan temas actuales como la violencia, las mafias o la corrupción política", explicó el presentador y escritor Boris Izaguirre en una conferencia el año pasado en Madrid. El público prefiere argumentos más "realistas" y un narcotraficante sin escrúpulos como El Duque –un bueno malo o un malo bueno, según se mire- puede ser el galán de una serie inspirada en el formato colombiano Sin tetas no hay paraíso y hacer vibrar los audímetros incluso de los hogares masculinos.
Algunos valores defendidos por las telenovelas clásicas también se han visto modificados y "en la actualidad es más duro y tremendo ser fea que hija sin padre conocido", señalan los expertos. Las heroínas, además, no tienen por qué ser princesas que esperan un salvador: pueden desarrollar un rol de talentosas empresarias, como Gaviota en Café con Aroma a Mujer y ser inteligentes.
Las telenovelas, ¿en crisis?
Pero si algo ha vuelto del revés al mercado de estas producciones televisivas de origen latinoamericano es el gusto de los países importadores de adaptarlos a su realidad en vez de emitir el formato original. Así, en su versión española, Betty la Fea (Yo soy Bea) ya había experimentado su primera relación sexual y en Sin Tetas no hay paraíso no había implantes de silicona. "Que los narcos regalen operaciones de estética a las chicas es habitual en Colombia, pero no en España", explicó la productora ejecutiva, Mundo Cortes, durante el inicio de la serie.
La explicación parece sencilla: "No puedes contar la misma historia porque no es el mismo país". Pero para Jesús Fons, hay otras connotaciones: "Los responsables de programación no se quieren arriesgar y una adaptación no tiene tantos riesgos". Incluso en los foros de Univisión se habla de crisis: "Hay un exceso de remakes y adaptaciones. Sólo se reciclan éxitos ya probados. No hay buenos libretos originales y falta talento", resume lordjc, uno de los habituales de los debates cibernéticos sobre el género.
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