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Inmigrante... César Rodrígez. Tiene 39 años. Nació en Colombia y volverá esta Navidad para ver a sus hijas. Es licenciado en veterinaria. «Madrid es una ciudad que puede con todo lo que se le ponga por delante».

¿Por qué se marchó de su país?

Por amenazas y extorsiones por parte de grupos al margen de la ley, en 2001.

¿Cómo llegó a Madrid?

Estuve en Canarias trabajando de cocinero. Cuando se homologó mi título de veterinario, decidí venir a Madrid para buscar mejores oportunidades laborales.

¿Cómo arregló los papeles?

Después de tres años como ilegal, haciendo trabajos que nunca imaginé hacer, el veterinario con el que trabajo ahora me hizo un contrato indefinido y recibí mi tarjeta de residencia en ocho meses.

¿Siente que no es de aquí?

Al principio me sentía extraño por el clima, la gastronomía y hasta por el idioma.

¿Y ahora? w Me he integrado tanto social como laboralmente, ya soy parte del paisaje.

Emigrantes... Patricio Perea y Rosa Sanz. 72 y 71 años. Él emigró a Suiza en 1961. Rosa lo siguió un tiempo después y allí tuvieron a su primer hijo. Después de cinco años volvieron a España.

¿Por qué decidieron emigrar?

Fue una época, 1961, en la que muchos compañeros se marcharon a Brasil, a Canadá… Bajaron los sueldos por el plan de estabilización franquista.

¿Les resultó difícil encontrar trabajo en Suiza?

Los que llegaban a Ginebra sin oficio eran devueltos en el tren a Francia. Fue difícil encontrar casa y formar una familia.

¿Tuvieron dificultades con el idioma?

Aprendimos con un manual de francés. Estábamos en un cantón en el que se hablaba esa lengua. Y en nuestra ciudad había emigrantes españoles e italianos.

¿Qué piensan de los inmigrantes que vienen a España?

Hay gente buena que viene a trabajar, pero hay muchos, demasiados. Debería haber  un seguimiento por parte de  la Administración.

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