Latinos y fracasados

Los latinos nunca habrían podido tumbar las torres gemelas porque, como se levantan tan tarde, se les habría escapado el avión.
Eso dicen en Internet. Todo el monte no es orégano, pero es verde. En Murcia, los suramericanos montan sus negocios en San Andrés, viven en San Antón, bailan en Alcantarilla y se reúnen en La Fica y Santa María de Gracia. No está mal. Lo que es ilegal es que los menores –chinos, negros, indios, blancos o mulatos– beban alcohol, lo hagan en lugares públicos y se cosan a puñaladas. Para la rabia, hay curas que pasan por el estudio, el esfuerzo y el trabajo. Los latinos creemos que a nosotros nos cuesta siete veces más lo que otros logran a la primera. No es cierto. Porque al que tiene abolengo, a veces le fallan el talento o las fuerzas para cargar con el apellido.

Uno está donde tiene que estar y llega a donde quiere ir. España no nos da una oportunidad. Nos da la oportunidad. Si con 16 años sólo nos ganamos el respeto de los que no son como nosotros, cuando vamos en grupo, estamos dejando pasar el tren. A los 16, un latino sabe lo que hace. A los 25 ya somos viejos. El primer pelico en los güevos es la señal de que o nos comemos el mundo o nos resignamos al estigma de latinos y fracasados.

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