Como Jiménez, los 4.740 habitanes de la localidad serrana se las apañan para sobrevivir al corte de agua que sufren desde el domingo. Su peripecia podría servir de aviso al resto de la región sobre lo que nos espera en unos meses si sigue sin llover.
8.000 litros de agua
Unos acuden al camión cisterna del Canal de Isabel II, que llena sus garrafas en mitad de la Plaza de España; otros se aprovisionan de vasos, platos y cubiertos de plástico y agua mineral en un supermercado Maxcoop cercano, que sólo el lunes por la tarde vendió 8.000 litros.
Y en casa, agua embotellada para guisar, nada de lavadoras ni lavavajillas, y a apañarse con el hilillo que sale del grifo para la higiene personal. «Es vergonzoso lo que está ocurriendo. Estamos pagando el derroche de este verano. La situación se podría haber evitado», asegura Sonia Riaza, de 29 años.
La situación está provocada porque la presa de la que se abastece Miraflores está casi seca y de ella sólo sale ya agua embarrada.
El Ayuntamiento, en previsión de que se acabasen las existencias, pactó en mayo con el Canal de Isabel II una obra de urgencia para conectarse al suministro general. Pero la obra de una nueva conducción se ha retrasado tras topar con una gran losa de piedra.
El Canal desea acabar la tubería cuanto antes, a ser posible el viernes. Mientras, la red local sirve un chorrito de agua no muy limpia gracias a los 15 camiones que abastecen los depósitos, los vecinos cruzan el pueblo arriba y abajo para tener de dónde beber, y los demás, mejor que nos vayamos preparando.
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