Bradford Cox: la inapropiada honestidad de un niño grande

Hablamos con el líder de Deerhunter —uno de los grupos más valientes del panorama del rock—, Bradford Cox, un músico honesto y risueño. Padece una enfermedad incurable, pero no le asusta la muerte y siente que tiene «el deber moral de sorprender».
Bradford Cox
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No puedo llorar / No sé por qué, canta Bradford Cox en una de sus canciones. Tuve un sueño / No ser libre nunca más, añade en otra. Separar vida y obra es imposible en el caso de este músico nacido en 1982 en Athens-Georgia (EE UU) y enfermo de una rara dolencia, el síndrome de Marfan, una degeneración de los tejidos conectivos que afecta a los órganos internos y al esqueleto. El síndrome explica la altura de los enfermos (Joey Ramone, el fallecido cantante de los Ramones; el nadador Michael Phelps u Osama Bin Laden), personas muy largas y muy flacas.

Cox mide 1,95 y es todo sonrisas. Ni un gramo de autocompasión o pesimismo. Gesticulación amanerada y maneras de niño para el líder del cuarteto Deerhunter, uno de los grupos más sobresalientes de los últimos años. Su disco doble de 2008 (Cryptograms y Microcastle/weird era cont.) es cautivador y acaban de editar el EP River cassette exchange. Cox publicó el año pasado Let the blind lead those who can see but cannot feel como Atlas Sound, su proyecto paralelo en solitario.

La antipose se filtra en cada una de sus canciones, ondulantes y letárgicas, en las letras espectrales y en el brutalmente honesto blog del músico (deerhuntertheband.blogspot.com ), en el que no duda en hablar de su difícil infancia, de la enfermedad y la muerte. La gran sonrisa de Cox sólo desaparece cuando recuerda al primer bajista de Deerhunter, Justin Bosworth, que murió hace cinco años tras golpearse la cabeza en un accidente de skate.

«La muerte es omnipresente. Aunque no la mencione siempre de forma directa, sino indirecta, para mí todo está relacionado con la muerte. Si escribo sobre una naranja, no puedo evitar referirme al proceso de descomposición. Aunque haya gente que no lo quiera aceptar, lo natural en el ser humano es pensar en su propia muerte. Va a terminar sucediendo tarde o temprano», dice Cox, que en mayo tocó con Deerhunter en el Primavera Sound de Barcelona.

Desde su debut, ha practicado con insistencia y travesura la polémica y la provocación. Le fastidia, por ejemplo, el consumo compulsivo de música provocado por las descargas. Cuando se filtró el disco de Animal Collective en la Red, propuso que en vez de descargarlo, cualquiera grabara su propia versión del álbum. «Sólo lo dije como una broma. El verdadero problema es que la gente antes se molestaba en pensar en la música, en lo que esperaba de ciertos discos y en escucharlos con calma. Eso ha cambiado, porque la gente se descarga todo de forma inmediata. Todo se vuelve inútil cuando descargas música porque sí. Lo dejas de apreciar, ya no es algo especial, se pierde esa excitación por encontrar un disco que te cambie la vida. En Internet puedes encontrar cualquier cosa, en cualquier momento y la gente tiene los iPods llenos de música que no escuchan. Yo tampoco soy muy distinto, porque tengo cuatro...».

Expulsado de la disco por raro

Él mismo cuelga en su blog con mucha frecuencia nuevas canciones, EP y mixtapes. «Cuando estoy en casa compongo todos los días, porque es un trabajo, y si quieres ser bueno, necesitas practicar. Cuando estoy de gira no resulta tan fácil... Lo que procuro entonces es colgar sesiones. Durante un tiempo pinché en discotecas, pero como pongo cosas raras, a la gente no le gustaba: Faust, cosas así... Un día la gente no bailaba, así que pensé: ‘¿por qué no pinchar algo interesante?’. Puse a Nurse with Wounds y se acabó todo. Dejaron de llamarme para pinchar».

Lo cuenta entre risas, con el mismo sentido del humor con el que posteaba a diario fotos de sus heces, que tenía que vigilar por motivos médicos, o como cuando narró una fantasía sexual gay con adolescentes cercana al tono de Muerte en Venecia. «¡Es mi libro favorito de todos los tiempos! —admite—. Estaba usando el humor y un tipo de imaginería que me atrae mucho. Mi problema es que no era consciente de la cantidad de gente que leía el blog. Yo pensaba que sólo era un grupo reducido de personas, fans cercanos y amigos, así que no esperaba esa reacción... Y me molestó mucho, me chocó lo conservadora que es la gente». El post (que ya está eliminado) dio tanto que hablar que al final Cox cerró los comentarios de la bitácora. «Tuve que hacerlo. La gente empezó a escribir cosas sobre Justin (Bosworth) y tenía que pararlo, porque si su familia o sus amigos lo veían, había cosas escritas sobre consumo de drogas que no eran apropiadas. Así que decidí que no más comentarios: puedo aceptar críticas, bromas e insultos también, pero no que se metan con los muertos».

El fantasma de un niño

El disco de Atlas Sound, donde Cox ha desarrollado su vena más introspectiva, se abre con un estremecedor relato de fantasmas narrado por un niño. «No, la voz no es mía. No sabemos quién es ni de dónde sale. Se trata de una cinta que me regaló un amigo y me pareció increíble la idea de que los niños tengan fantasmas».

Cuando se le pregunta si su trabajo como solista ha influido en el cambio de sonido de Deerhunter, lo admite: «Sí, creo que sí. Con Atlas Sound se me ocurrieron muchas cosas... En Deerhunter somos cuatro personas y es difícil poner en común todas las ideas, así que decidí poner las mías en claro, llevarlas al estudio y hacer algo con ello. Al final ayudó, porque realmente ha cambiado la forma en la que trabajamos. Creo que Deerhunter estamos más centrados ahora».

La inapropiada y casi indecorosa honestidad de este prolífico músico brota en canciones como Recent bedroom, grabada con Atlas Sound, cuya letra sobre la necesidad y la imposibilidad del llanto abre este reportaje. «Creo que cuando alcanzas cierta edad tienes la sensación de que no puedes mostrar tus emociones, como si la gente esperase cierta inactividad emocional», declara Cox, que no está dispuesto a renunciar a los sentimientos aunque a ellos venga adosado el dolor. «Es como toda la gente que toma muchas pastillas para no pensar. Es cierto que hay gente que realmente las necesita, porque sufre de verdad y sin antidepresivos no puede llevar una vida normal. Tengo amigos con problemas médicos que los necesitan, pero hay un lado muy oscuro en torno a eso, porque los antidepresivos condicionan tu personalidad, la disminuyen. Se trata de algo muy complicado y muy personal... Tienes que decidir entre sentirte miserable o reducir el dolor».

No extraña que Cox sea capaz de escribir temas como la pegadiza y aparentemente optimista Agoraphobia, que está inspirada en un texto del poeta y escritor Dennis Cooper para una revista fetish en el que narraba la historia de un adolescente que quería ser enterrado vivo y morirse de hambre. «Realmente ésa era su fantasía. Me chocó mucho, pero no en un sentido conservador, sino desde un punto de vista humano: que alguien pueda querer algo así. Además, Cooper es una gran influencia para Deerhunter».

Ahora prepara el nuevo disco de Atlas Sound: «Para mí es muy especial, porque llevo trabajando dos años. Va a ser muy distinto... Siempre he pensado que mis movimientos eran muy obvios, que cada paso que daba en música era evidente, pero creo que los artistas tienen el deber moral de conmocionar y sorprender». Entre tanto, intenta sacar tiempo para grabar música que ayude a niños enfermos. «Se trata de un proyecto que aún está en el aire, pero me interesa mucho. Creo que la música debe servir para algo más. Un buen ejemplo es Patti Smith: siempre ha sido un ídolo y un ejemplo para mí, sobre todo por la forma con la que intenta hacer cosas por los demás».

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