El Valencia está de cumpleaños. La efeméride coincide con una de las peores crisis económicas e institucionales de la historia del club, por lo que la celebración está siendo más que discreta.

El 18 de marzo de 1919, en plenas fiestas falleras, Gonzalo Medina y Augusto Mileto dieron de alta una entidad llamada Valencia FC tras una reunión en el desaparecido bar Torino, ubicado en pleno corazón de la ciudad, junto a la plaza del Ayuntamiento. En poco tiempo se convirtió en el club de fútbol más importante de la ciudad y alcanzó sus mayores gestas en la década de los cuarenta, con tres títulos de Liga y uno de Copa, y en los comienzos del siglo XXI, cuando logró dos títulos ligueros, dos de Copa del Rey, una Copa de la UEFA y una Supercopa de España. Además, alcanzó dos finales consecutivas de la Liga de Campeones en 2000 y 2001.

El gran cambio en la entidad llegó entonces. Corría el mes de junio de 2004. La familia Soler, acaudalada saga de constructores, acababa de desembarcar en el accionariado de una sociedad anónima distinta a las convencionales. El patriarca puso al frente de la exitosa nave valencianista a su hijo Juan. Se trataba de impedir la vuelta de Paco Roig, máximo accionista por aquel entonces, cuya etapa había concluido con los subcampeonatos de Liga y Copa, y varias temporadas sumido en la mediocridad.

La paz social, lo llamaron. Las instituciones políticas colmaron de prebendas a Soler: le recalificaron los terrenos de Riba-roja y del viejo Mestalla, le permutaron un solar municipal para que ganara dinero con la construcción del nuevo estadio e hicieron la vista gorda para que no se ejecutara una sentencia del Supremo que había condenado al Valencia a tirar abajo el fondo norte del viejo coliseo che.

¿Venta de estrellas por la crisis?

Hoy, en marzo de 2009, con más de 45.000 abonados, 3.200 partidos a la espalda y 5.500 goles marcados, en la caja no hay ni para pagar a los jugadores. La histórica entidad se despeña sin frenos por una profunda crisis económica, peor incluso que la vivida en el descenso de 1986, que arrastra a la vertiente deportiva, ya que el club se va a ver obligado a vender a sus máximas estrellas: Villa y Silva. El nuevo estadio está a medio hacer en un solar todavía municipal. De la ciudad deportiva de Porchinos nadie sabe nada, Bancaja cifra en 240 millones de euros el volumen de la deuda contraída y no hay comprador para la parcela del viejo Mestalla.

La afición valencianista, exigente pero fiel en la alegría y en las penas, confía en una solución mágica que garantice la viabilidad del club de sus amores. Más allá de los despachos, en Valencia late un sentimiento que se manifiesta cada domingo en Mestalla. El traslado al nuevo estadio ampliará esta incondicional masa de seguidores, que tiene en el recuerdo a nombres como Mundo, Waldo, Kempes, Fernando, Claramunt o Mendieta. El nuevo reto es poder celebrar el centenario. CONSULTA AQUÍ MÁS