José Martín lleva 18 años vendiendo raíces masticables en La Campana. Un dulce con sabor a antaño. Este sevillano de 54 años acude cada semana a La Puebla del Río a recoger raíces silvestres para venderlas en el centro de la ciudad. Son raíces de regaliz o palodul como se conocen aquí.
Esta planta que crece en lugares húmedos, a las orillas de los ríos, constituye el principal sustento de José, que no puede mantener a sus dos hijos con los 400 euros que recibe de su invalidez por enfermedad. «Antes trabajaba en la Hostería del Prado, pero caí enfermo de artrosis», apunta el vendedor.
Así pues, José monta cada día su mesita de playa junto a la plaza del Duque cuando se lo permite la policía. «Me piden los papeles que no tengo porque no me lo puedo permitir», cuenta el vendedor ante sus pequeños manojos de este palo dulce que vende a dos euros.
«El sabor es difícil de definir porque es dulce y amargo a la vez» destaca Josefa, que compra este regaliz muy a menudo para sus nietos. Ella todavía recuerda cuando compraba el mismo manjar en el recreo del colegio por «una perra chica», y es que el palodul, junto con la caña de azúcar «eran los únicos dulces que nos podíamos permitir en aquella época».
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