Miles de trabajadores y comerciantes se ponen desde este miércoles manos a la obra para reparar los daños causados por el huracán Gustav que, como otros ciclones, ha provocado pérdidas cuantiosas pero también generará inversiones millonarias.

Pedro Olancho Ruiz, dueño de un puesto de comida en Nueva Orleans, ha vivido la cara y la cruz de los dos últimos huracanes que han afectado a la ciudad.

Los miles de trabajadores que tras el huracán Katrina, en 2005, han trabajado en las tareas de reconstrucción, han sido una fuente de negocio para él. Sin embargo, después de que Gustav tumbara y abollara el camión-restaurante en el que junto con su esposa Ivonne vendían tortas y otras comidas típicas latinas en la población de Gretna, al otro lado del Misisipi, todo ha sido un desastre económico.

El Katrina, que dejó tras de sí 1.800 muertos y daños calculados en 80.000 millones de dólares (unos 55.200 millones de euros al cambio actual), ha sido considerado como el huracán más destructivo registrado en la historia de Estados Unidos.

Nueva Orleans, zona de desastre

Aunque Gustav no ha llegado a tener el mismo impacto que el Katrina, el presidente Bush ha declarado al estado de Luisiana zona de desastre y de nuevo comienzan los trabajos para la reconstrucción.

Las compañías de seguros han evaluado las pérdidas en unos 10.000 millones de dólares (6.900 millones de euros), pero para ciudadanos como Eric Cohn, el Gustav ha dado ímpetu a su negocio. El suyo fue el único restaurante del Barrio Francés de Nueva Orleans que ha permanecido abierto durante el huracán.

La industria hotelera, de la que depende el 60% de los ingresos de la ciudad, también se ha visto afectada. La amenaza del huracán hizo que los huéspedes cancelaran sus reservas y les obligó a permanecer cerrados varios días, pero poco a poco vuelven a abrir sus puertas y multiplican sus espectativas.