Hace algunas noches, Hawthorne paseaba sonámbulo por su casa cuando sin darse cuenta su cara golpeó la mandíbula de un tiburón que decora una de las habitaciones, con tan mala suerte que parte de la horrible dentadura se le clavó en su mejilla.
Su madre se despertó sobresaltada por los chillidos, y cuando acudió corriendo al dormitorio, se encontró con la dantesca escena, su hijo estaba con la dentadura del escualo clavada en su cara y sangraba mucho, según publica Metro.co.uk.
Afortunadamente a Sam sólo le ha quedado una pequeña cicatriz en su rostro, aunque seguro que el recuerdo lo tiene para toda su vida.
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